La miseria quemaba mi mente y me lanzaba hacia fuera
buscando en cada rincón la vida que veía,
sintiendo su carencia en el tuétano de cada uno de mis huesos.
Un día el agotamiento bajó mi mirada y lloré la tierra.
Al despertar te vi mirándome sin palabras.
Hundido en tus pupilas respiré el río de tu cuerpo,
el deseo de dártelo todo quemaba mi pecho.
Para que tú la sintieras abrí mi alma para darte la vida,
esa vida que siempre busqué y que ahora salía en estampida
de cada uno de mis órganos para que tú la bebieras.
Ahora camino el mundo,
si necesito algo, no lo busco,
te lo doy a ti, vida mía.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
lunes, 16 de diciembre de 2013
HÉROES y HEROÍNAS
Lucía camina por la calle atestada de luces. Sus pasos son lentos en comparación con la multitud que corre de un lado a otro haciendo las compras navideñas. Ha de preparar este año la cena de nochebuena, pero se siente perdida. Desde pequeña adora la Navidad, pero, ¿qué va a celebrar este año si ya no tiene trabajo? No quiere que su familia se preocupe por ella, por eso ha decidido invitarlos a su casa, para demostrarles que está bien. Pero fingir ante ella misma es más difícil. Ojalá no la afectara tanto estar en el paro, pero no puede evitar sentirse decaída. Serán las primeras vacaciones de Navidad que no terminarán nunca, piensa con amargura. Recuerda que para ella el espíritu navideño siempre ha sido la alegría. Pero mira alrededor -la gente, las luces- y no ve alegría en esa multitud enardecida. ¿Cómo va a hacer para agasajar a su familia ahora que no tiene trabajo? Le duele haber perdido la ilusión navideña. El frío despierta a Lucía y su mente vuelve a la Gran Vía madrileña. Se para a descansar en mitad de la acera y se queda mirando a una familia. El padre lleva a un bebé de varios meses en una cangurera y la madre lleva de la mano a una niña de unos cuatro años. La niña ve globos y le pide a la mamá, pero ésta niega con la cabeza y la niña queda triste. La mamá y el papá se miran resignados y en esa mirada Lucía comprende el gran esfuerzo que todos los que hay a su alrededor hacen cada día para sobrevivir. De pronto mira a la multitud y se siente menos sola. Observa a las familias, a los jóvenes, a los abuelos, y cuando ve a alguno de ellos sonriendo, algo se enciende dentro de Lucía. Comienza a percibir la enorme valentía que implican esas sonrisas, pues todos ellos son supervivientes de la crisis. Comprende el coraje que hay que tener para a salir a celebrar, a ilusionarse con las luces, con las garrapiñadas, con la Navidad. Lucía vuelve a observar a la familia de los globos frustrados, que ahora ríen con un mimo callejero. La niña mira al mimo entusiasmada y los papás miran a su hija con satisfacción. Lucía siente el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Mira a la multitud que la rodea y se siente capaz de amarlos a todos. Ya no ve gente enardecida, ve gente valiente. De pronto sonríe y toma una decisión. Tirará de ahorros y preparará una gran cena para su familia. Ella también tiene mucho amor que celebrar a pesar de las dificultades. Lucía acelera el paso mientras piensa: somos héroes y heroínas, todos nosotros somos héroes y heroínas.
martes, 10 de diciembre de 2013
ALAS
Gozar el instante en que puedo sentir tu amor.
Respirar el momento en que sé que todo está bien.
Masticar el ahora en que logro alcanzar un sí.
Soltar el instante en que la duda aparece.
Disfrutar el momento en que él corazón se abre.
Observar el ahora conquistando una verdad.
Y dentro de mí la gratitud abriéndose como alas de mariposa.
Dentro de mí vuela libre mi libertad.
Respirar el momento en que sé que todo está bien.
Masticar el ahora en que logro alcanzar un sí.
Soltar el instante en que la duda aparece.
Disfrutar el momento en que él corazón se abre.
Observar el ahora conquistando una verdad.
Y dentro de mí la gratitud abriéndose como alas de mariposa.
Dentro de mí vuela libre mi libertad.
domingo, 1 de diciembre de 2013
LA HERIDA, LA PUERTA
Creer en la vida. Antes de la llamada Ana creía en la vida.
Creía en ella, pero tras la llamada olvidó el porqué.
Creía en ella, pero tras la llamada olvidó el porqué.
La llamada.
El día de la llamada,
un momento de suspenso casi placentero tras las palabras,
luego piedras estrellándose contra la oreja...
luego piedras estrellándose contra la oreja...
Otro instante vacío donde todo es posible
y cristales haciéndose añicos dentro de su cabeza
Un antes blando y fácil y tras la llamada,
un después lleno de alambres y espinas.
Un antes blando y fácil y tras la llamada,
un después lleno de alambres y espinas.
Recuerda el crujido tras colgar.
Venas rotas dentro de su corazón.
Pero Ana insiste,
ella recuerda amar la vida antes de la llamada,
aunque ya no es capaz de recordar el porqué.
Venas rotas dentro de su corazón.
Pero Ana insiste,
ella recuerda amar la vida antes de la llamada,
aunque ya no es capaz de recordar el porqué.
Pasan lo años.
Ana ya no piensa en la llamada,
pero sabe que tiene el corazón herido.
Ana se avergüenza de su herida
y la esconde tras de muros de cortinas.
Corazón sangrante tras los visillos.
Ana ya no piensa en la llamada,
pero sabe que tiene el corazón herido.
Ana se avergüenza de su herida
y la esconde tras de muros de cortinas.
Corazón sangrante tras los visillos.
Y de nuevo pasan los años.
El tiempo trae tormentas, brisas o vientos huracanados.
Las cortinas se mueven y con cada soplido el dolor se atenúa.
Respirar es más fácil.
Ana camina y ve otros corazones heridos.
Deja de pensar que está sola, respira acompañada.
Respirar... un poco más profundo.
Profundo.
Pasan las estaciones y un verano cualquiera...
el sol es más brillante.
Más brillante que ...antes de la llamada.
Ana mira su pecho y ve sus cortinas abiertas.
Teme descubrir su venas rotas y enredadas,
pero una gran cicatriz ocupa su centro.
La cicatriz supura luz,
es una puerta por donde se escapa el fuego.
Ana arranca las cortinas y deja que el sol la toque.
El tiempo trae tormentas, brisas o vientos huracanados.
Las cortinas se mueven y con cada soplido el dolor se atenúa.
Respirar es más fácil.
Ana camina y ve otros corazones heridos.
Deja de pensar que está sola, respira acompañada.
Respirar... un poco más profundo.
Profundo.
Pasan las estaciones y un verano cualquiera...
el sol es más brillante.
Más brillante que ...antes de la llamada.
Ana mira su pecho y ve sus cortinas abiertas.
Teme descubrir su venas rotas y enredadas,
pero una gran cicatriz ocupa su centro.
La cicatriz supura luz,
es una puerta por donde se escapa el fuego.
Ana arranca las cortinas y deja que el sol la toque.
El sol del cielo en ese caliente día veraniego,
y el sol que sale de su herida desbocado hacia fuera.
y el sol que sale de su herida desbocado hacia fuera.
SACERDOTISA
Abuela de su hogar, de su hogar, de su hogar, de su hogar...
Sólo tiene treinta años pero es abuela de su hogar. En sus brazos porta el libro de su vida que jamás lee porque lo lleva escrito en sus huesos. La experiencia de lo vivido marcada en su corazón, heridas a través de las cuales sale su luz a a raudales. Le gusta estar sola. Sabe estar sola. En su silencio encuentra las respuestas y en cada paso que da la certeza de su camino. Un camino largo y lineal. Su viaje está lleno de estrellas y de momentos irrepetibles. Pero a veces necesita descansar en la tranquilidad de los días perdidos. Observa la candela y deja que sus pensamientos la lleven a recuerdos del pasado. El crepitar del fuego la trae de nuevo a su hogar de madera. Respira profundo y su estómago se llena de la dicha que siente. En su boca una sonrisa da las gracias a lo invisible por cada instante vivido. Siente toda la magia que contiene el bosque detrás de las ventanas. Mira hacia fuera y al ver moverse las hojas del olmo siente la paz creciendo en su alma.
Gotas de lluvia comienzan a caer y porque puede escuchar dentro de ella el pulso del agua sale a caminar descalza entre las hojas que el otoño ha dejado esparcidas por aquel bosque encantado donde las hadas le susurran al cielo que arrastre lo viejo hacia la gran cascada. Afuera deja que sus pies se hundan en el barro mientras inspira el olor a tierra mojada.
lunes, 11 de noviembre de 2013
DOS CAMINOS
Germán mira a Lucía pidiéndole que se quede en Argentina. Lucía le sonríe confusa y mira el avión que la llevará de vuelta a España. Dos caminos. Lucía toma una decisión y piensa, Díos mío
no permitas que me arrepienta de este día.
Han
pasado veinte años desde aquella decisión. Lucía limpia el taller donde
pinta mientras espera que la luz sea la adecuada. Mira por la ventana
el cielo de Sevilla y se deja acariciar por su luminosidad única. A
las diez decide que la luz es perfecta y agarra sus pinceles.
Comienza a pintar y olvida que existe. A media tarde el hambre la
saca del lienzo. Se prepara un bocadillo y se lo come delante del
ordenador. Se le acelera el corazón al leer un mail de su agente.
Galerie Denise René de París
está
interesada en su obra y ofrece varias fechas para exponer. Lucía se
levanta entusiasmada, sale al patio y se ríe histérica. La cabeza
se le llena con todo lo que ha de hacer para preparar la exposición,
pero respira y decide simplemente disfrutar el momento. Sigue
respondiendo mails hasta que se hace de noche. Lucía va a la cocina y
mientras se prepara la cena algo en su mente caprichosa la lleva
veinte años atrás. Es absurdo, absurdo, piensa mientras pica
cebolla. Pero sin saber cómo sigue el hilo de sus pensamientos y fantasea con cómo hubiera sido su vida si no hubiera cogido ese avión hace veinte años...

Lucía
hace las camas de las niñas y pone una lavadora. Sale rápido a
comprar para que la comida esté lista a las doce. Vuelve a casa
enfadada porque la leche volvió a subir, pero en su portal se
encuentra a Mariana, su vecina del tercero con cuyas hijas juegan las suyas y ambas se desahogan a gusto sobre como va la Argentina.
Luego recuerdan el último asadito vecinal y se despiden riendo. A
las dos han comido todos, incluido Germán que pudo salir antes del
laburo. Las niñas echan la siestita, costumbre de su madre española,
momento en que Lucía y Germán aprovechan para tumbarse en el
sofacito y estar así no más o lo que se tercie. Lucía se queda
dormida abrazada a los pies de Germán. A las tres despierta como un
resorte y sale de casa despeinada pero feliz. Coge un colectivo que
la lleva hacia San Telmo, barrio donde da clases de pintura a niños
en un colegio privado. Hoy trabajarán con acuarelas. Después de
cinco horas Lucía llega a casa cansada y con manchas de azul en su rostro. Germán baña a las niñas, luego cenan todos juntos y Lucía las acuesta. Después de dos cuentos y de ponerse firme un par de
veces las niñas respiran dormidas. Lucía las observa y siente que
crezcan tan rápido. Cuando llega al salón Germán se ha dormido en
el sofá. Lucía le echa una manta y lo mira respirar profundamente.
Observa la barbilla de Germán y le dan ganas de besarla, pero decide
no despertarlo, así que sale al balcón. Al mirar el cielo bonarense
piensa en Sevilla. Y aunque sabe que es absurdo, fantasea con cómo
hubiera sido su vida si hubiera cogido ese avión hace veinte años...
sábado, 9 de noviembre de 2013
CORREO POSTAL
Sé que no
te gusta leer, pero si te concentras podrás oír mi voz entre los
renglones de esta carta. Hoy es mi cumpleaños, ha amanecido
nublado y he recordado que no puedo cambiar el pasado. No puedo
mamá. Puedo soñar que no cogí ese autobús. Soñar que vivimos
juntas en el pueblo y que soy feliz. Soñar que no necesito nada
porque lo que tu viviste nos basta a las dos. Mamá no te impacientes
y sigue leyendo. Cogí ese autobús porque tu vida no era la mía. No
sé si es mejor o peor, pero no era la mía. Tardé cuatro años en
descubrirlo, hasta que un día me levanté en esta ciudad y no
sentí más tu mirada en mi espalda. Ahora que yo soy yo y tú eres
tú, puedo volver atrás y comprender los silencios. No pasa nada
mami. No llores, tranquila... a pesar de todas las peleas, los
rencores, mi ausencia... hoy he cumplido 30 años y lo único que la
vida me ha enseñado es una certeza. Sí mamá una certeza. La
certeza de que tú lo eres todo para mí.
PD: no sé
quién llegará antes al pueblo, si esta carta o yo, porque desde que hay
internet el correo postal está fatal y yo voy que vuelo de las ganas
que tengo de abrazarte.
ALMA ANTIGUA
Su alma es antigua,
pero Clara no lo sabe y habita su cuerpo sin saber
que su alma la habita a ella. Su alma ha galopado sobre las montañas
de Norteamérica. Ha bailado alrededor del fuego pidiéndole al cielo
la lluvia. Ha sido la medicina de su tribu. Conoce el lenguaje de
los árboles, de las rocas y el amor de la Tierra. Sabe que todo
florece cuando le llega su momento y que la muerte es sólo un
tránsito. Ha cruzado el portal infinidad de veces y ha sentido el
impulso de volver tantas otras. Su alma guarda el mapa de su viaje. Tantas vidas... ha asistido a la caída de un mundo. Ha sucumbido al
amor de un hombre por encima del amor a su pueblo. Ha comerciado chocolate y ha
sido la esclava de una reina. Ha batallado por la fe, por la libertad, por el honor,
por la verdad, por el amor. Pero siempre conectada a la Tierra, a la
esencia que le da sentido a todo. Sin embargo, el alma que habita
ahora en Clara sabía que a mitad de su viaje las reglas
cambiarían, el mundo
cambiaría. Batallar fuera no mitigaría la soledad. Reclamar la
justicia fuera no le serviría más a su corazón herido. Preguntarse
el porqué del horror desde el miedo tampoco la llevaría a casa.
Alcanzar el sentido desde su cabeza un laberinto. Clara ignora estas
cuestiones pero vive en ellas sin saberlo. Clara hace tiempo que
anda perdida entre la razón y lo correcto.
Pero cuando Clara camina
descalza por el bosquecillo cercano a su casa experimenta una calma
sin preguntas. Sin que Clara se de cuenta su alma recuerda el pacto.
El pacto en el que los árboles, el viento y las rocas guardarían la
memoria que el hombre olvidaría. Por eso Clara camina cada mañana por el bosque, porque su alma necesita recordar. Recordar que es árbol, que es viento, que es roca y que es mujer también... que es todo y nada a la vez. Clara ama ese bosquecillo donde no se pregunta nada, donde estando tan sola se siente tan acompañada.
jueves, 7 de noviembre de 2013
CORRIENTE
Caminando dentro del agua mojada,
la humedad en los huesos
y cansancio en el alma.
Pensando el curso del río
para sortear las piedras y
agarrar del tiempo el hilo.
Avanzando contra corriente
hasta agotar la voz
y sentir cerca la muerte.
Partirme en dos tras una rama,
respirar mi frustración
y soltar mi peso al agua.
Bajar sin freno y y sin mástil,
atravesando piedras heridas
y sentir mi pecho grácil.
No mirar jamás atrás
porque lo que fue se deshizo
y siempre hay río que bajar.
la humedad en los huesos
y cansancio en el alma.
Pensando el curso del río
para sortear las piedras y
agarrar del tiempo el hilo.
Avanzando contra corriente
hasta agotar la voz
y sentir cerca la muerte.
Partirme en dos tras una rama,
respirar mi frustración
y soltar mi peso al agua.
Bajar sin freno y y sin mástil,
atravesando piedras heridas
y sentir mi pecho grácil.
No mirar jamás atrás
porque lo que fue se deshizo
y siempre hay río que bajar.
martes, 5 de noviembre de 2013
EN ESTE INSTANTE
Hoy soñaré mi sueño.
Soñaré mi sueño, no para que se cumpla,
sino porque soñarlo ilumina este instante
y mi corazón salta salta salta...
Hoy bailaré mi canción y seré la Diosa.
Abrazaré mi cuerpo y me elevaré hasta el cielo.
Jugaré entre los árboles guiada por el viento.
Mandaré a la mierda los fantasmas
y me reiré de lo que me de la gana.
Desordenaré mi cuarto y no tenderé esa lavadora.
Comeré rico mientras veo tres películas.
Leeré en mi sofá y no iré a currelar!
JAAAAA!!!!!!!!!!!!
lunes, 4 de noviembre de 2013
ANCLA DE OTOÑO
A la hojita le gusta este bailoteo, pero siempre acaba muy cansada. Sabe que puede elegir no moverse con la brisa y por eso hoy la espera impaciente. La hojita reposa en su tallito y se pregunta cuando llegará el viento. De pronto se oye a lo lejos el bufar de un vendaval. La hojita se incorpora alerta y cuando llega el vendaval lo mira de frente y aguanta la embestida. El vendaval marcha cansado y la hojita baila de alegría porque atravesó la tormenta y no ha penduleado entre las puertas. Baila y celebra su experimento cuando una brisa juguetona, haciéndole cosquillas le susurra de tal modo que sin darse cuenta se topa con una puerta. Se sorprende al ver cómo llegó a ir a parar y antes de que se de cuenta su nervadura busca la otra puerta y su envés se encara hacia ella. Durante un rato va y viene entre las puertas hasta que agotada rinde su pecíolo y se posa de nuevo en el suelo. Tirada en el suelo se queda dormida y al despertar recuerda que traspasó un vendaval, pero no pudo con la brisa. Se levanta orgullosa y se prepara para la siguiente brisa.
VOLVER A SOÑAR
He caminado por pueblos y ciudades buscándote, siempre buscándote
Me he dejado la voz en baretos porque creí que quizás tú me oirías
He arrastrado mi soledad y mi petate por miles de albergues
Un día creí oírte tras una esquina y al salir corriendo choqué con la farola
Tendida en el suelo y con un chichón en la frente supe que estabas cerca
Pero pasaron semanas, meses y no apareciste
Otro día de lluvia creí verte de nuevo, pero esta vez me contuve por miedo a los chichones
Tampoco eras tú...así que me cansé y decidí vivir sin buscar
Al cabo de seis meses, cantando en un bar de copas, oí tu risa
El resto del concierto canté para ti aunque no nos conocíamos
El resto de la historia la sabes, está vivida
Tus sonidos eran los míos y durante cuatro años cantamos a dúo.
Luego empezaste a cantar distinto, detrás de mí y no delante
Y yo cogí tortícolis para seguirte el ritmo
Un día te reíste de mi nuca torcida y por poco te mato
Cuando empezaron los gritos vimos que algo estaba roto,
por eso cogí mi petate y seguí sola hasta el próximo pueblo
Durante dos años canté en todas partes preguntándome para que había soñado tanto
Mi cabeza intentaba encontrarle el sentido a semejante desatino
pero era imposible resolver el rompecabezas de lo pasado
Así que un día abandoné el intento de entender algo
y seguí cantando al amor y al desamor con mi guitarra
Después de dos años, cantando en un escenario de verdad, volví a oír tu risa
Le di caña a mi guitarra y te regalé una canción
Te abracé fuerte a la salida del teatro y cuando te vi marchar supe que podía volver a soñar.
Me he dejado la voz en baretos porque creí que quizás tú me oirías
He arrastrado mi soledad y mi petate por miles de albergues
Un día creí oírte tras una esquina y al salir corriendo choqué con la farola
Tendida en el suelo y con un chichón en la frente supe que estabas cerca
Pero pasaron semanas, meses y no apareciste
Otro día de lluvia creí verte de nuevo, pero esta vez me contuve por miedo a los chichones
Tampoco eras tú...así que me cansé y decidí vivir sin buscar
Al cabo de seis meses, cantando en un bar de copas, oí tu risa
El resto del concierto canté para ti aunque no nos conocíamos
El resto de la historia la sabes, está vivida
Tus sonidos eran los míos y durante cuatro años cantamos a dúo.
Luego empezaste a cantar distinto, detrás de mí y no delante
Y yo cogí tortícolis para seguirte el ritmo
Un día te reíste de mi nuca torcida y por poco te mato
Cuando empezaron los gritos vimos que algo estaba roto,
por eso cogí mi petate y seguí sola hasta el próximo pueblo
Durante dos años canté en todas partes preguntándome para que había soñado tanto
Mi cabeza intentaba encontrarle el sentido a semejante desatino
pero era imposible resolver el rompecabezas de lo pasado
Así que un día abandoné el intento de entender algo
y seguí cantando al amor y al desamor con mi guitarra
Después de dos años, cantando en un escenario de verdad, volví a oír tu risa
Le di caña a mi guitarra y te regalé una canción
Te abracé fuerte a la salida del teatro y cuando te vi marchar supe que podía volver a soñar.
domingo, 3 de noviembre de 2013
Y FUEGO EN EL CENTRO
Túneles de tierra fagocitan trozos de mi alma que recuerdan momentos hermosos donde el fuego era el centro y alrededor se sentaba la inocencia. Cierro los ojos para poder sentir aquel aroma a candela, para sentir el calor en mi rostro y ver las llamas en los ojos de mis hermanos. Siete corazones palpitando a la vez en un trozo de tierra sin dueño. Sin esperar nada y cantándole a la plata del cielo. Amanecer en los rostros y sonrisas cansadas. Cuerpos desnudos que se unen para compartir el calor de sus pieles oscuras.
MUJER EN LA TIERRA
Se mueve dentro de la tela que la atrapa enredando el tapiz de su vida.
Su rostro es redondo y sus ojos miran al cielo hambrientos.
Se intuye el sol entre las nubes de sus pupilas...
Una parte de sí sabe y la otra empuja hacia adelante.
En su pecho se hunde un puño antiguo y severo,
abre fuerte los ojos para escapar a la ignorancia
y cubre sus sienes a golpes para despertar.
Un susurro de promesa rasga el aire
y ella entiende que la tela que era coraza ahora es lluvia.
Por eso traga esa promesa y la siente en su garganta,
la baja a su estómago y digiere la rabia.
Una vez más el eco del secreto milenario
la agarra a la tierra y la arrastra a la vida.
Su cuerpo convulsiona y se esparce loco en la hierba...
El olor a tierra mojada anclándose en su corazón abierto.
Su rostro es redondo y sus ojos miran al cielo hambrientos.
Se intuye el sol entre las nubes de sus pupilas...
Una parte de sí sabe y la otra empuja hacia adelante.
En su pecho se hunde un puño antiguo y severo,
abre fuerte los ojos para escapar a la ignorancia
y cubre sus sienes a golpes para despertar.
Un susurro de promesa rasga el aire
y ella entiende que la tela que era coraza ahora es lluvia.
Por eso traga esa promesa y la siente en su garganta,
la baja a su estómago y digiere la rabia.
Una vez más el eco del secreto milenario
la agarra a la tierra y la arrastra a la vida.
Su cuerpo convulsiona y se esparce loco en la hierba...
El olor a tierra mojada anclándose en su corazón abierto.
sábado, 12 de octubre de 2013
MONJA DE CLAUSURA
Ana ha nacido en una familia de artistas. Su madre pinta y toca el
obóe, su padre es escultor y su hermano pequeño dibuja cómics.
Ella no se queda atrás, además de ser bailarina, escribe novelas
policíacas. Ahora Ana tiene 32 años y está en el momento más
estable de su carrera. Trabaja en la compañía nacional de danza y
dirige muchos de los espectáculos, ya que baila menos que antes. En
su tiempo libre escribe para desconectar y ha publicado ya dos
novelas que han tenido un número de ventas bastante decente. Ana
parece feliz, sin embargo últimamente la acucia un deseo. Un deseo
que no cuenta a nadie. Ana sueña con ser monja de clausura. A veces
susurra “monja de clausura” y siente como el vello se le eriza en
los brazos. Sus padres son profundamente ateos. Por eso cuando Ana
era pequeña envidiaba a sus compañeras que hacían la comunión.
Pero no era por el traje o el convite, era por ese pequeño momento
de intimidad con lo desconocido. Cuando su madre le mandaba algún
recado, Ana solía ir al colmado más cercano a la parroquia de su
barrio. Antes de comprar entraba un momento a escondidas en aquel
templo donde sentía que el tiempo se paraba. Una vez el cura la
encontró sentada en un banco y antes de que le preguntara nada, Ana
salió corriendo. Cuando se hizo más mayor siguió yendo a
escondidas. Sentada en un banco observaba a las personas que iban a
rezar y había algo que la conmovía, otra vez esa intimidad con lo
desconocido. Hace 12 años entró en la compañía de danza y no
volvió a entrar en una Iglesia. Muchas veces bailando había sentido
cierta sensación parecida, pero le era difícil mantenerla en el
tiempo. Además no podía hacer nada para volver a sentirla. Era una
sensación caprichosa, venía o iba cuando quería. Ahora ya apenas
bailaba y aunque disfrutaba mucho digiriendo, esa sensación de
conexión con algo no tangible no se daba. Por ello hacía meses que
había vuelto a sorprenderse entrando en una sinagoga. Había sido
construida hacía poco y aún olía a pintura. Sin embargo Ana pudo
sentir esa sensación de recogimiento y espiritualidad nada más que
entró. Por eso estuvo dos horas dentro. Al día siguiente volvió y
estuvo otras todos horas. Y desde entonces cada día intentaba pasar
el mayor tiempo dentro. Como vivía sola no tenía que darle
explicaciones a nadie de lo que hacía con su tiempo. Hacía dos días
Ana miraba la tele cuando vio un documental sobre monjas de clausura.
Sintió algo fuerte tirando de su estómago. La idea de meterse a
monja empezó a tomar forma en su cabeza. El corazón le latía
fuerte al sentir que su vida podía estar tras de unos muros. Siempre
recogida y en silencio, y por supuesto, con la intimidad con lo
desconocido más que garantizada. Intuía que la calma y fascinación
que sentía durante las dos horas que pasaba en la sinagoga podían
extenderse a cada una de las horas del resto de su vida si se metía
a monja de clausura. Por ello hoy tras salir de un ensayo se ha
dirigido a un pequeño convento de monjas franciscanas que hay en el
centro de su ciudad. Al hablar con la Madre Superiora de la orden el
corazón le late rápido. La Madre le habla sobre aspirantar ,
postulantar, el noviciado y cada una de las etapas hasta llegar a ser
profesa de votos solemnes, mientras recorren un claustro iluminado por la luz del atardecer. Ana se siente embriagada por la forma en que la luz baña aquellas paredes. El convento es hermosísimo.
-Debido a su edad puede postular unos meses y si todo va bien pasar
al noviciado. Si su experiencia como novicia es positiva tanto para
usted como para la orden será admitida al juniorado donde emitirá
los cuatro votos: castidad, pobreza, obediencia y Vida Cuaresmal. -le
dice la Madre con cariño y sentido práctico.
-Yo quiero estar aquí, así que si a usted lo aprueba yo arreglo mi vida fuera y en unos días me planto aquí con una pequeña maleta- suelta Ana
en una carcajada que contagia a la Madre.
-Arregle lo que necesite, no hay prisa, nosotras siempre estamos aquí.
Vaya esta monja si que mola, piensa Ana. A la mañana se levanta temprano y entrega su
dimisión en el trabajo. Nadie puede creer lo que va a hacer y no
dudan en sacarla de su error con un montón de argumentos, pero sobre
todo : “pero si tú eres una artista”. Ana sonríe agradecida por los doce años que ha pasado junto a ellos, pero se siente eufórica y llena de vida con el giro que va a darle a su vida. A la tarde en su casa la
frase es la misma pero oída en boca de su madre le produce cierto
temor. Dejar el trabajo es una cosa, pero fallarle a su familia es
otra bien distinta. Si Ana hubiese dejado de trabajar para viajar, o
para montar algo por su cuenta, o para descansar un tiempo, no habría
pasado nada. Pero lo de monja de clausura es absolutamente
terrorífico para sus padres que tanto se han esforzado para
alejarlos del dogma y acercarlos a la libertad.
- Pero y los votos hija, ¿no me digas que aceptarás el de castidad?-le pregunta atónita su madre.
- Mami he tenido nueve parejas en 12 años y el sexo sólo me ha dado dolores de cabeza. No te preocupes, puede salir de la orden cuando quiera, nadie me obliga quedarme si yo no quiero. Además mamá, papá, ésto no tiene nada que ver con vosotros...es sólo que creo que he tenido este sueño desde que era pequeña y debo cumplirlo. Mamá tú siempre dices que confiemos en nuestro corazón, pues eso es lo estoy haciendo, - Ana les mira con cariño pero con firmeza.
- ¿Desde cuando crees en Dios?- le pregunta su padre con pesar y vergüenza.
- ¿Recuerdas la Biblia que apareció un día en casa y que no sabíamos de quién era? Era mía papá. Yo la leía a escondidas y me avergonzaba encontrar tanto consuelo en sus palabras. Pero ahora sé que no era consuelo, era intimidad. Sí papá. No sé si creo en Dios, sólo sé que me atrae terriblemente todo lo que tiene que ver con él. No me importa si existe o no, yo lo siento en el silencio de un templo sea de la religión que sea. Papis, lo habéis hecho muy bien, pero no puedo evitar entusiasmarme con el Corán, el Talmud, hasta en El Libro del Mormón, que parece ciencia ficción, encontré ese no sé qué que me hace vibrar. He elegido esta orden porque una opción directa y sencilla, pero igual me hubiera dado irme a un templo budista. Quiero vivir el silencio, quiero expandir la sensación de recogimiento que me da tanta alegría. En fin no quiero que sufráis por mí, porque yo voy a estar feliz y satisfecha con mi vida.
Ana se despide de sus padres con lágrimas de agradecimiento porque
al final han entendido. Han entendido que es gracias a la maravillosa
educación que le han dado, basada en la libertad, que ella ha podido
escucharse a sí misma y acabar cumpliendo su sueño. Sabe que aún
le queda mucho camino por delante y que habrá momentos duros e
incluso de dudas. Pero hoy en el convento se ha dado cuenta de lo que
realmente significa la intimidad con los desconocido: es la
posibilidad de sentirte parte de todo lo que existe.
lunes, 7 de octubre de 2013
RAYITOS Y ESTRELLAS
Irene sale a caminar cada noche bajo las estrellas.
Muchos la tildan de loca, pero sólo ella ve los miles de rayos
rojitos que suben al cielo y los miles de rayos azules que caen de
él. Irene se ha preguntado siempre a qué responde tal fenómeno.
Jamàs se lo ha preguntado a nadie ya que sabe que los otros no
ven los miles y miles de rayitos subiendo y bajando. Irene se tumba
en el pasto del parque cercano a su casa y contempla ensimismada.
Estrellas y más estrellas, grandes, pequeñas, lejanas...mágicas.
Irene cierra un ojo y alarga el brazo para tocar una al azar. Su
imaginación vuela y al instante está flotando por el firmamento,
sintiéndose parte de la oscura noche. Su madre grita su nombre e
Irene vuelve a la realidad, se pone de pie y corre hacia su casa.
Mañana hay cole. A Irene le gusta el cole. Tiene dos amigas, Martina
y Laura. A ellas también les gustan las estrellas. Martina le ha
regalado un libro sobre constelaciones e Irene lo lee antes de
dormir. Constelaciones, hasta la palabra le suena mágica. Su profe
de sociales ya les ha dado temas de astronomía, pero Irene ha
quedado muy desencantada. Aparte del día que les contó sobre
Hipatía de Alejandría, el resto ha sido hablar de estrellas y
planetas como si estuviesen muertos. Irene quiere saber qué hay en
las estrellas. Ella no las ve como puntitos brillantes, sino como
enormes palacios de cristal donde seguro que vive gente. Por supuesto que de
los rayos en las clases ni pío. Pero esto ya lo esperaba, como nadie
los ve. Irene se queda dormida con su libro de constelaciones sobre
el pecho, y al instante empieza a soñar. Irene camina sobre algo
frío y mojado. De pronto todo se ilumina y lo ve, es un mar de sal.
El blanco lo abarca todo, suelo y horizonte. Irene patina sobre el
suelo de sal y se lanza al horizonte vacío de estrellas y de nubes.
Pero a medida que se va acercando se va haciendo la noche y ahí los
ve.Con la estrellas de fondo, miles de rayos azules que suben del suelo al cielo y miles de
rayos rojos que caen de él. Irene abre los brazos y deja que los rayos la
atraviesen.
- Observa los rayos Irene y dime qué son - dice de pronto una voz de mujer. Irene mira detrás de ella, pero no ve a nadie. Mira en todas direcciones buscando intrigada de donde viene esa voz, hasta que alza los ojos y repara en la Luna. La Luna la está mirando y le está sonriendo. Irene le sonríe también. Por fin algo mágico.
- No sé lo que son, además nadie los ve - le contesta Irene.
- Míralos mejor, unos bajan y otros suben- le responde la Luna.
- Es que ya los miro, pero no lo sé de verdad.
- ¿De dónde vienen los que caen y a dónde vuelven los que suben?-le insiste la Luna.
- Ummm...al cielo, bueno espera...ah ya lo sé, van y vienen de las estrellas.
- Muy bien. ¿Y de a dónde caen y de dónde suben?- pregunta la Luna.
- De aquí, del suelo... de la Tierra. - De pronto la piel de Irene se eriza y ésta comprende.- No, no puede ser, ¿o sí?- Irene decide preguntarlo directamente, - ¿yo también caí de una estrella?
- Tú y cada uno de los seres vivos que habitan el planeta- le aclara la Luna.
- Lo sabía, sabía que en las estrellas pasan cosas, que están vivas y habitadas.
- Claro que sí, en el Universo todo está vivo, hasta yo misma que no tengo luz propia sino la que el Sol me refleja. Pero dime Irene, ¿y los rayitos azules?
- Los rayitos azules se vuelven a casa. Son las personas que mueren, ¿no?
- Así es, son todos los seres vivos que han cumplido su propósito.
En ese momento la mamá de Irene la despierta para ir al cole. Irene casi le grita por quitarle semejante sueño, pero se contiene y se acurruca bajo el edredón. Una idea ha surgido en su cabeza, una idea mágica. Esta noche contemplará las estrellas sabiendo que su abuela Coca la contempla a ella desde allá arriba.
domingo, 6 de octubre de 2013
CABAÑA
¿Cómo decirle que tiene que irse , si toda su vida
son esas montañas nevadas? Sebastián... zurrón al hombro y
mejillas coloradas. Coloradas de salud, de aire puro , de frío que
corta la cara y despierta el alma. Su madre entra la leña en la
cabaña mientras Sebastián aún duerme en su jergón tirado en el
suelo. La cabaña es un solo espacio con una cocina y una chimenea.
Allí duermen, cocinan y comen, allí comparten la lentitud de sus
monótonas vidas. Mientras Carmina enciende el fuego y pone la
cafetera va pensando las palabras de despedida. Le ha dado mil
vueltas, pero no encuentra una palabra que no hiera, que no desgarre
el aire de la cabañita una vez dicha. Retarda la hora de
levantar a Sebastián, quizás mañana ya no esté. Saborea su café,
pero su saliva amarga apenas le deja tragarlo. Ha de ser así
Carmina, se repite a sí misma una y otra vez. No seas egoísta, ¿qué
futuro tiene aquí el muchacho? Ha de salir y ver mundo. No puedo
condenarlo a esta nada de días vacíos. La garganta se le aprieta al
imaginarse sola en la cabañita sin su Sebastián. Sin sus abrazos,
sus ronquidos, sus ocurrencias de niño de montaña, su constante
presencia protegiéndola. Su cuerpo de niño se ha hecho hombre y
choca con los pocos objetos que hay en la cabaña. Una silla, una
mesa, una lámpara de mimbre que cuelga de un techo demasiado bajo.
Los pies se le salen del jergón como si fuera un ogro chapoteando en
su charca. Cuando se vaya no lo oirá a lo lejos hablándole a las ovejas, ni sus pequeños logros del día contados pausadamente cada noche a la
luz de la candela. Carmina suspira, pero cuando piensa en el día que ella muera y en la soledad de Sebastián allá arriba, como un ermitaño a la fuerza,
todo contemplación y ovejas hambrientas, sabe que ha de obligarlo a
marcharse, a que construya su hogar. Sebastián gruñe y se
despereza. Abre los ojos con la sonrisa que anticipa un buen cafelito
caliente. Cuando ya está sentado junto a ella, Carmina le pone una
mano en la mejilla. Hijo mío, hoy llevarás más cerca a esas ovejas
y comerás aquí conmigo. Luego cogerás tus cosas, harás tu petate,
y te marcharás. Sebastián intenta rechistar, pero está tan
acostumbrado a obedecer que no le salen las palabras. Ceñudo se levanta, coge su zurrón y sale de la cabañita con paso pesado. Como cada mañana empieza el pastoreo, pero hoy muerde inquieto su palillo mientras las ovejas pacen. Ni siquiera le grita a una que extravía. Se acerca a ella pensativo y la devuelve al redil. Al acabar la mañana vuelve con ellas a paso tranquilo y entra en la cabaña. Suelta con cuidado el zurrón y se acerca tierno a su madre. La mira despacito y la abraza. Carmina aguanta el abrazo prieta, pero al
sentir la mejilla de su hijo en su frente se derrumba y comienza a
temblar. Sebastián mira sus lágrimas y el alivio le recorre el
espinazo al comprender que ella no quiere que se marche, sólo siente que es su deber dejarlo marchar. Ma, no llores Ma. No me voy
Ma, me quedo aquí contigo. No puedo condenarte a esto
Sebastián, replica su madre entre sollozos. Has de marcharte hijo,
es ley de vida. No quiero morirme y dejarte aquí solo y aislado de
la vida. Sebastián ríe y aparta a su madre para mirarla de frente,
directamente a esos ojos enmarcados de arruguitas inquietas. Ay Ma, si es por eso, cuando tú te mueras no me quedaré solo. Me quedo con las montañas y las ovejas. Quédate tranquila Ma, no me voy ninguna parte. Yo soy esta tierra, estos montes, si me voy me quedo sin piernas. Carmina mira a su hijo conmovida y tarda un rato en comprender. Mira
los ojos negros y profundos de Sebastián y ve en ellos las montañas nevadas, los bosques de pinos, los rayos del sol sobre el río helado. Luego cierra
un instante los suyos y decide confiar en el muchacho. Se abraza sonriendo a su hijo y agradece al cielo cada día de su pequeñas existencias.
sábado, 14 de septiembre de 2013
En el anhelo
círculo mirando al fuego
olor a tierra mojada
otoño en la mejilla
brisa en la espalda
siesta en la hamaca
vuelo sobre la montaña
flotar tranquila en el lago
rayo verde en el océano
encina dura encantada
caminar sobre mojado
sevillanas en la feria
jazmines lirios y nardos
jueves, 12 de septiembre de 2013
En el origen
puedo imaginar el resplandor de tu
rostro en el mar
cerrar los ojos para verte y
escalofriar mi corazón
cantar tu nombre para traerte cerquita
y templado
resbalarme en la eternidad de tu
presencia invisible
rezarte cada día a cada hora para
oírte un instante
bailar la tierra para sacarte de tu
escondrijo
quemar el aire para despertarte a mi
existencia
seguir a tientas esperando tu oportuno
rescate
romper mi muro y esparcirme loca de
amor fuera
o llorar hasta desgastar mi ceguera y
verte siempre
en todas parteslunes, 9 de septiembre de 2013
En la oscuridad
Ir a algún lugar...
he permanecido allí siempre huyendo
creía que rezaba, pero mis pies
escapaban
creía que vencía pero sólo luchaba
creía que desaparecía si yo no
miraba
brillantes hebras de luz entraban
por las rendijas despistadas de mi
túnel
aquel día miré en la oscuridad y la sentí
tan mía
que lloré de amor por ella
tan hecha a mi medida que supe que era
yo
cuando terminé de llorar me abracé
tan grande
que las redes de oscuridad entraron en
mi pecho ancho
y la luz lo llenó todo
ya no voy a ningún lugar
lunes, 2 de septiembre de 2013
En la quietud
No encuentro el cielo pero el paisaje es eterno
correr correr correr y tocar un horizonte
morir de soledad si lo espero
fracasar si me quedo y si me voy
perder todos los trenes
pensamientos tirando de las piernas hacia delante
avanzar y caer en un pedazo de suelo
renunciar a encontrar y morder el silencio
pararme sin pararme
moverme sin moverme
avanzar sin avanzar
felicidad en la quietud de las posibilidades infinitas
domingo, 1 de septiembre de 2013
En la espera
Amanecí nublada y me quedé quieta
luego pasaste a mi lado callado
y pude ver todo lo que me perdía
entre las nubes de mi conciencia
entre las nubes de mi conciencia
por eso esperé, esperé y esperé...
aguantando las ganas de salir a correr
tras de ti
pensando que te perdía, porque para ti
no existía
muchas veces quise moverme pero al
final decidí esperar
un día amanecí soleada
y no me moví pero el viento me tiró
hacia delante
pasé por tu calle y allí estabas,
callado, mirándome
viernes, 30 de agosto de 2013
LUZ CALIENTE
No hay nada que tirar en esta caja.
Esta caja está hecha del tiempo.
Del hilo que tejió nuestra
existencia,
del deseo parido y del hastío muerto.
Esta caja es tuya y mía.
En ella están nuestros momentos.
En ella hablan nuestros hijos.
En ella el eco de nuestros ancestros.
Esta caja es para siempre.
Existe, tú y yo la hicimos posible.
Mírala tomar vida, andar sola.
Una red cristalina y azulada
de siluetas entretejidas cubre su tapa.
Dentro palpita un corazón espeso
hecho de sangre y de hueso.
En ella late la memoria viva
de un empeño de amor inagotable.
Cada objeto libre en esta caja
deja una estela , dibuja camino.
Aislado, traza abandono y tizna
con polvo de miedo su soledad.
Junto a ti, oye el latido de su origen
y apasionado tiñe el vacío de paz.
Esta caja... sueño vivo de luz
caliente a la que llaman Tierra.
domingo, 25 de agosto de 2013
NACER
Y entonces empezó a caminar.
Y al levantar la vista lo vio
pero no quiso caminar por él.
Porque sintió que ya era tarde
bajó los ojos hacia el ombligo.
Paró en seco sus pasos y renunció a todo,
dejó que la pena golpeara y cayó en la tierra.
Y se dejó llorar y lloró por tantas cosas, suyas y de
otros,
y lloró por lo perdido y por lo que perdería,
y lloró por no entender y por lo que entendería.
Y así un día agotó el llanto y siguió andando
para no llegar nunca porque ya estaba dónde quería.
Y siguió caminando atravesando el silencio.
sábado, 24 de agosto de 2013
SOL ROJO
Nadie hablaba de la sed. La sed terrible que se siente
al volver de un viaje en el tiempo. César agarró la botella de agua
y se la bebió de un solo trago. Agarró un boli y escribió en su
cuaderno personal:
César niño asocia el abandono con el cloro de la piscina. Yo no
soy alérgico al cloro. Después
dejó el cuaderno a un lado y se quedó dormido en el sofá. Al cabo
de un par de horas despertó y
miró su salón desordenado y sucio. La sensación de vacío volvió
a su estómago y con ella la impaciencia por sacársela de encima.
Hacía siete meses que había comenzado la terapia temporal. Ya había
realizado siete viajes en su línea de tiempo personal. De momento
había desecho nudos en cada viaje, pero no el nudo que proyectaba
ahora en su presente y que no le dejaba respirar. Todo había
empezado hacía siete meses con la alineación del sol de su planeta
con otros soles de la Galaxia. Al llegar más luz al planeta se
había elevado la velocidad de vibración de las moléculas; esto
afectaba a todos los seres vivos del plantea Nabia, incluidos los
humanos. Para muchas personas el cambio había sido progresivo, por
lo que habían podido integrar la nueva vibración de forma
paulatina. Pero para César había sido abrupto. Un día estaba
satisfecho con su vida y al otro su vida era una pesada piedra en el
estómago. El Gobierno había hecho una campaña alertando sobre las
posibles consecuencias ante el cambio vibracional, por lo que César
sabía la causa de su malestar. Había aguantado un par de días y
al tercero había ido a visitar a su previsor de cabecera. Éste tras
un examen holístico le había derivado a un terapeuta temporal.
La terapeuta se llamaba Ana y había decidido buscar en
la infancia de César. Siempre empezaba las sesiones indagando en
sus vivencias hasta los cinco años. Cuando localizaban algún hecho
relevante Ana pedía permiso al niño interior de César para ocupar
junto a él su presente. Esto evitaba que al volver del viaje el
recuerdo se hubiese rediseñado en la mente de César, al haberle
sumado en el pasado un elemento nuevo. César entraba en uno de los
barriles del tiempo y su conciencia llegaba al momento en cuestión.
En su primera sesión había entrado en el barril y al instante había
aparecido en la fiesta de su cuarto cumpleaños. Su cuerpo, sus
pensamientos y sus emociones eran los de su yo de cuatro años, pero
con la diferencia de que su yo adulto también estaba allí para
observarlo todo. El viaje había sido integralmente vivencial.
Había recibido el regalo de su madre Claudia y al abrirlo había gritado
eufórico. Era un cohete teledirigido. Lo había sacado de la caja y
su madre le había ayudado a montar las piezas. Al cabo del rato
se habían dado cuenta de que el cohete estaba incompleto. Faltaba una
pieza. César había comenzado a llorar, su madre le había
arrancado el juguete de las manos y había lanzado el cohete contra
la pared. Luego había agarrado a César, lo había arrastrado
hacia su habitación y había cerrado la puerta. Dentro de su
habitación César se había quedado a oscuras y confuso, pero ahora con
su yo adulto observando cada emoción y pensamiento. En los viajes,
cuando el adulto cree haber resuelto el conflicto, cierra
los ojos y el barril lo proyecta de nuevo a su presente y espacio
personal. Al llegar escribe en un cuaderno la toma de conciencia. Ni
siquiera la comenta con la terapeuta, ya que se da por supuesto que
una toma de conciencia es una experiencia integral y sólo
comprensible para el sujeto que la vivencia. En este caso,
observando a su niño dentro de su cuarto y a oscuras, César había
decidido tener suficiente, así que había cerrado los ojos y
había aparecido en su presente en el salón de su casa. Al llegar
había escrito en su cuaderno: César niño
asocia la expresión de sus emociones negativas con los estallidos de
ira de su madre. Yo me permito expresar mis emociones negativas sin
miedo al rechazo de los otros. De este modo había viajado siete veces llevando la luz de su
propia compresión a aquellos estallidos de incomprensión que se
habían convertido en patrones de su comportamiento presente. Había
veces que el adulto tenía que repetir el mismo viaje varias veces,
ya que las emociones del pasado lo arrastraban de tal modo que
quedaba suspendido en el barril sin ser capaz de volver. En este caso
la terapeuta esperaba un tiempo prudencial y procedía a la vuelta
dirigida. El viaje se repetía hasta que el adulto era capaz de
observar y comprender junto a su yo anterior sin verse arrastrado de
nuevo a la situación pasada. Cada viaje de César había sido un
éxito.
Ahora César, de vuelta de su séptimo viaje y curado de
su alergia al cloro, seguía percibiendo su vacío existencial. Se
sentía frustrado y enfadado consigo mismo por sentirse así. A su
alrededor muchos amigos ya habían integrado el cambio y se mostraban
radiantes. Su hermana Natalia por ejemplo decía que había empezado
a experimentar una conexión profunda con los musgos, e incluso
decía estaba aprendiendo a comunicarse con ellos. Su amigo Raúl
había dejado su trabajo en la empresa Naval de Nabia y se había
trasladado al planeta Zenit para intentar ganarse la vida con su
música atómica. César compartía la alegría con ellos y se
avergonzaba de su incompetencia. Había algo que le impedía integrar
la nueva vibración. Un obstáculo que siempre había estado allí,
pero que debido al aumento de luz, se había convertido en una gran
sombra.
Cuando llegó a su octava sesión de terapia temporal
Ana fue muy clara con él.
- El nudo no está en tu infancia. De nada nos sirve
seguir investigando por allí. Vamos a cambiar de estrategia. Vayamos a tu árbol genealógico, cuéntame cosas de tus abuelos.
César comenzó a contarle lo que sabía de sus abuelos.
Había compartido mucho con los maternos, pero a los paternos no los
recordaba. Su padre Germán se había ido de casa cuando él tenía tres años,
el día que comenzaron sus clases de natación y le apareció la alergia al cloro. Con su padre también
habían desaparecido sus abuelos. Por lo que él sabía habían
vuelto a la Tierra y su abuela Luna y su abuelo Jacinto, habían
muerto de viejos hacía un par de años.
- Así que eran terrestres. Es interesante, la Tierra es famosa por su densidad. En la época de tus abuelos fueron muchos los que emigraron a Nabia; traían un sistema familiar muy patriarcal. Podríamos investigar en la vida de tu abuelo Jacinto. ¿Te apetece un viaje a la red familiar paterna?- le propuso Ana.
- Así que eran terrestres. Es interesante, la Tierra es famosa por su densidad. En la época de tus abuelos fueron muchos los que emigraron a Nabia; traían un sistema familiar muy patriarcal. Podríamos investigar en la vida de tu abuelo Jacinto. ¿Te apetece un viaje a la red familiar paterna?- le propuso Ana.
César conocía la técnica de descodificación genética
temporal. Se basaba en la creencia de que los problemas no resueltos de nuestros ancestros se heredan. Consistía en viajar más allá de la vida de uno y
adentrarse en una zona de conciencia del árbol genealógico, es decir, en experimentar las vivencias de un antepasado en primera persona a la vez que tú verdadero yo observaba. Ana le estaba proponiendo la vida de su abuelo paterno. Así que si se lanzaba viviría alguna de las experiencias de éste en su propia piel. No
tenía idea de cómo funcionaba, pero estaba dispuesto a probarlo
todo. Ana lo acompañó a un barril y comenzó a hablar.
- Antes de entrar en el barril le pido permiso a tu abuelo Jacinto para llevar tu presencia a sus experiencias y así
comprender el rastro de ellas en tu vida. Viajarás por la línea temporal de tu abuelo a diferentes momentos de su vida. Al pasar de uno a otro sentirás un tirón en la nuca. Suerte César y recuerda
apuntarlo todo cuando vuelvas a casa. Hasta la próxima sesión.
César cerró el barril y al instante apareció en el
puerto espacial de Nabia. Habitaba el cuerpo, las emociones y los pensamientos de Jacinto. Era como ser el mismo Jacinto, a diferencia de que su yo actual, César, estaba allí observándolo todo. El puerto estaba atestado de personas bajando de
naves de transporte terrestres. La indumentaria de la gente
recordaba a una época muy anterior. Jacinto estaba saliendo de una las
naves junto con su mujer y su hijo de cinco años. Una fuerte oleada
de amor incondicional lo atravesó al mirar a su hijo agarrado a la
mano de su madre. En su mente percibió muy fuerte el propósito
de mejorar la vida que tenían en la Tierra. Bajaron de la nave y
cuando Jacinto vio acercarse a los burócratas locales una sensación de
miedo atenazó su estómago. Estos comenzaron a hablar en un idioma
extraño mientras los apuntaban con enormes linternas fotónicas. De pronto César sintió un impulso en la nuca y supo que ese momento había acabado. El barril lo llevó hacia delante a otro momento de la vida de su abuelo. Ahora Jacinto estaba en una casa
enorme. De pie en un gran salón observó una foto que colgaba de la pared. En ella Jacinto vio a su hijo, junto a Claudia, la mujer Nabiense con la que se había casado hacía dos años, y un carrito donde dormía su nieto César. En este instante César sintió cierto vértigo al verse a sí mismo a través de los ojos de su abuelo, pero respiró y se mantuvo sereno. se recordó que sólo estaba allí para observar. Jacinto apartó la mirada de la foto y la posó en la ciudad tras la ventana. Era Claus, la
capital de Nabia. César notó que aún faltaban las famosas torres fotónicas
que la habían hecho la principal ciudad turística de la Galaxia. Jacinto miró al cielo y al ver el sol rojo de Nabia sintió un odio
visceral. También miró su piel manchada y supo que aquel sol le
estaba matando. Detrás suya se abrió una puerta y por ella
apareció su hijo Germán. Jacinto sintió una fuerte oleada de amor incondicional. Sin embargo César, al ver a su padre tal y como lo recordaba por última vez, sintió una oleada de rencor que amenazó con entrar
en juego y ponerse en lucha con el amor que sentía Jacinto. Por un momento
pensó que era curioso como una misma persona podía provocar
emociones tan diferentes. Respiró y dejó atrás el rencor hacia su
padre para poder vivenciar limpiamente la experiencia de su abuelo. Jacinto miró a su hijo y vio que traía consigo maletas y
pasajes de vuelta a la Tierra. Sintió un gran alivio y se acercó a abrazarlo.
En ese momento César comprendió. Estuvo a punto de cerrar los ojos y volver a su presente, pero esperó y experimento el abrazo, sintiendo como el orgullo paternal llenaba cada una de sus células. Tras ésto cerró los ojos y apareció en su
casa. Bebió agua, agarró boli y cuaderno y por primera vez sin la
sensación de vacío en su estómago escribió: Mi
abuelo Jacinto asoció el desarraigo al brillante sol de Nabia. Yo
permito que la nueva luz de Nabia entré en mi interior sin miedo a
perder mi hogar. Cuando iba a cerrar el cuaderno se quedó un instante pensando. Luego lo abrió de nuevo y escribió: Mi padre se fue de Nabia para salvar la vida de su padre. Yo perdono a mi padre.
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