Irene sale a caminar cada noche bajo las estrellas.
Muchos la tildan de loca, pero sólo ella ve los miles de rayos
rojitos que suben al cielo y los miles de rayos azules que caen de
él. Irene se ha preguntado siempre a qué responde tal fenómeno.
Jamàs se lo ha preguntado a nadie ya que sabe que los otros no
ven los miles y miles de rayitos subiendo y bajando. Irene se tumba
en el pasto del parque cercano a su casa y contempla ensimismada.
Estrellas y más estrellas, grandes, pequeñas, lejanas...mágicas.
Irene cierra un ojo y alarga el brazo para tocar una al azar. Su
imaginación vuela y al instante está flotando por el firmamento,
sintiéndose parte de la oscura noche. Su madre grita su nombre e
Irene vuelve a la realidad, se pone de pie y corre hacia su casa.
Mañana hay cole. A Irene le gusta el cole. Tiene dos amigas, Martina
y Laura. A ellas también les gustan las estrellas. Martina le ha
regalado un libro sobre constelaciones e Irene lo lee antes de
dormir. Constelaciones, hasta la palabra le suena mágica. Su profe
de sociales ya les ha dado temas de astronomía, pero Irene ha
quedado muy desencantada. Aparte del día que les contó sobre
Hipatía de Alejandría, el resto ha sido hablar de estrellas y
planetas como si estuviesen muertos. Irene quiere saber qué hay en
las estrellas. Ella no las ve como puntitos brillantes, sino como
enormes palacios de cristal donde seguro que vive gente. Por supuesto que de
los rayos en las clases ni pío. Pero esto ya lo esperaba, como nadie
los ve. Irene se queda dormida con su libro de constelaciones sobre
el pecho, y al instante empieza a soñar. Irene camina sobre algo
frío y mojado. De pronto todo se ilumina y lo ve, es un mar de sal.
El blanco lo abarca todo, suelo y horizonte. Irene patina sobre el
suelo de sal y se lanza al horizonte vacío de estrellas y de nubes.
Pero a medida que se va acercando se va haciendo la noche y ahí los
ve.Con la estrellas de fondo, miles de rayos azules que suben del suelo al cielo y miles de
rayos rojos que caen de él. Irene abre los brazos y deja que los rayos la
atraviesen.
- Observa los rayos Irene y dime qué son - dice de pronto una voz de mujer. Irene mira detrás de ella, pero no ve a nadie. Mira en todas direcciones buscando intrigada de donde viene esa voz, hasta que alza los ojos y repara en la Luna. La Luna la está mirando y le está sonriendo. Irene le sonríe también. Por fin algo mágico.
- No sé lo que son, además nadie los ve - le contesta Irene.
- Míralos mejor, unos bajan y otros suben- le responde la Luna.
- Es que ya los miro, pero no lo sé de verdad.
- ¿De dónde vienen los que caen y a dónde vuelven los que suben?-le insiste la Luna.
- Ummm...al cielo, bueno espera...ah ya lo sé, van y vienen de las estrellas.
- Muy bien. ¿Y de a dónde caen y de dónde suben?- pregunta la Luna.
- De aquí, del suelo... de la Tierra. - De pronto la piel de Irene se eriza y ésta comprende.- No, no puede ser, ¿o sí?- Irene decide preguntarlo directamente, - ¿yo también caí de una estrella?
- Tú y cada uno de los seres vivos que habitan el planeta- le aclara la Luna.
- Lo sabía, sabía que en las estrellas pasan cosas, que están vivas y habitadas.
- Claro que sí, en el Universo todo está vivo, hasta yo misma que no tengo luz propia sino la que el Sol me refleja. Pero dime Irene, ¿y los rayitos azules?
- Los rayitos azules se vuelven a casa. Son las personas que mueren, ¿no?
- Así es, son todos los seres vivos que han cumplido su propósito.
En ese momento la mamá de Irene la despierta para ir al cole. Irene casi le grita por quitarle semejante sueño, pero se contiene y se acurruca bajo el edredón. Una idea ha surgido en su cabeza, una idea mágica. Esta noche contemplará las estrellas sabiendo que su abuela Coca la contempla a ella desde allá arriba.
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