Germán mira a Lucía pidiéndole que se quede en Argentina. Lucía le sonríe confusa y mira el avión que la llevará de vuelta a España. Dos caminos. Lucía toma una decisión y piensa, Díos mío
no permitas que me arrepienta de este día.
Han
pasado veinte años desde aquella decisión. Lucía limpia el taller donde
pinta mientras espera que la luz sea la adecuada. Mira por la ventana
el cielo de Sevilla y se deja acariciar por su luminosidad única. A
las diez decide que la luz es perfecta y agarra sus pinceles.
Comienza a pintar y olvida que existe. A media tarde el hambre la
saca del lienzo. Se prepara un bocadillo y se lo come delante del
ordenador. Se le acelera el corazón al leer un mail de su agente.
Galerie Denise René de París
está
interesada en su obra y ofrece varias fechas para exponer. Lucía se
levanta entusiasmada, sale al patio y se ríe histérica. La cabeza
se le llena con todo lo que ha de hacer para preparar la exposición,
pero respira y decide simplemente disfrutar el momento. Sigue
respondiendo mails hasta que se hace de noche. Lucía va a la cocina y
mientras se prepara la cena algo en su mente caprichosa la lleva
veinte años atrás. Es absurdo, absurdo, piensa mientras pica
cebolla. Pero sin saber cómo sigue el hilo de sus pensamientos y fantasea con cómo hubiera sido su vida si no hubiera cogido ese avión hace veinte años...
Lucía
hace las camas de las niñas y pone una lavadora. Sale rápido a
comprar para que la comida esté lista a las doce. Vuelve a casa
enfadada porque la leche volvió a subir, pero en su portal se
encuentra a Mariana, su vecina del tercero con cuyas hijas juegan las suyas y ambas se desahogan a gusto sobre como va la Argentina.
Luego recuerdan el último asadito vecinal y se despiden riendo. A
las dos han comido todos, incluido Germán que pudo salir antes del
laburo. Las niñas echan la siestita, costumbre de su madre española,
momento en que Lucía y Germán aprovechan para tumbarse en el
sofacito y estar así no más o lo que se tercie. Lucía se queda
dormida abrazada a los pies de Germán. A las tres despierta como un
resorte y sale de casa despeinada pero feliz. Coge un colectivo que
la lleva hacia San Telmo, barrio donde da clases de pintura a niños
en un colegio privado. Hoy trabajarán con acuarelas. Después de
cinco horas Lucía llega a casa cansada y con manchas de azul en su rostro. Germán baña a las niñas, luego cenan todos juntos y Lucía las acuesta. Después de dos cuentos y de ponerse firme un par de
veces las niñas respiran dormidas. Lucía las observa y siente que
crezcan tan rápido. Cuando llega al salón Germán se ha dormido en
el sofá. Lucía le echa una manta y lo mira respirar profundamente.
Observa la barbilla de Germán y le dan ganas de besarla, pero decide
no despertarlo, así que sale al balcón. Al mirar el cielo bonarense
piensa en Sevilla. Y aunque sabe que es absurdo, fantasea con cómo
hubiera sido su vida si hubiera cogido ese avión hace veinte años...
No hay comentarios:
Publicar un comentario