domingo, 1 de diciembre de 2013

LA HERIDA, LA PUERTA

                                                      Creer en la vida. Antes de la llamada Ana creía en la vida. 

Creía en ella, pero tras la llamada olvidó el porqué.
La llamada.
El día de la llamada, 
un momento de suspenso casi placentero tras las palabras, 
luego piedras  estrellándose contra la oreja...
Otro instante vacío donde todo es posible 
y cristales haciéndose añicos dentro de su cabeza
Un antes blando y fácil y tras la llamada, 
un después lleno de alambres y espinas. 
Recuerda el crujido tras colgar.  
Venas rotas dentro de su corazón.
Pero Ana insiste, 
ella recuerda amar la vida antes de la llamada, 
aunque ya no es capaz de recordar el porqué.
Pasan lo años.
Ana ya no piensa en la llamada,
pero  sabe que tiene el corazón herido.
Ana se avergüenza de su herida
y la esconde tras de muros de cortinas.
Corazón sangrante tras los visillos.
Y de nuevo pasan los años.
El tiempo trae tormentas, brisas o vientos huracanados. 
Las cortinas se mueven y con cada soplido el dolor se atenúa.
Respirar es más fácil.
Ana camina y ve otros corazones heridos. 
Deja de pensar que está sola, respira acompañada. 
Respirar... un poco más profundo.
Profundo.  
Pasan las estaciones y un verano cualquiera...
el sol es más brillante. 
Más brillante que ...antes de la llamada.
Ana mira su pecho y ve sus cortinas abiertas. 
Teme descubrir su venas rotas y enredadas
pero una gran cicatriz ocupa su centro. 
La cicatriz supura luz,
es una puerta por donde se escapa el fuego.
Ana arranca las cortinas y deja que el sol la toque.
El sol del cielo en ese caliente día veraniego,
y el sol que sale de su herida desbocado hacia fuera.




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