lunes, 4 de noviembre de 2013

ANCLA DE OTOÑO

Hay una hoja  que vuela  entre dos puertas. Ella entiende que  ninguna puerta es mejor que la otra, porque eso no es lo que importa,  pero la brisa aún la lleva a volar  entre dos rumbos. A veces cesa en la búsqueda y la invade una paz inconmensurable. Experimenta profundamente una dicha de calma y descanso, pero a veces, vuelve a aparecer la brisa como un susurro y la lleva  a reiniciar el penduleo, hacia un lado y hacia otro. Va rebotando hasta que la brisa cesa y se  queda quietita en el suelo. Sin embargo últimamente a veces la brisa no la levanta. Llega susurrando y al ver que no  mueve a la hojita se cansa y se marcha. Otras veces aparece como una tormenta que mueve a la hojita arriba y abajo, pero no entre las puertas.
A la hojita le gusta este bailoteo, pero siempre acaba muy cansada. Sabe que puede elegir no moverse con la brisa y por eso hoy la espera impaciente. La hojita reposa en su tallito y se pregunta cuando llegará el viento. De pronto se oye a lo lejos el bufar de un vendaval. La hojita se incorpora alerta y cuando llega el vendaval lo mira de frente y aguanta la embestida. El vendaval marcha cansado y la hojita baila de alegría porque atravesó la tormenta y no ha penduleado entre las puertas. Baila y celebra su experimento cuando una brisa juguetona, haciéndole cosquillas le susurra de tal modo que sin darse cuenta se topa con una puerta. Se sorprende al ver cómo llegó a ir a parar y antes de que se de cuenta su nervadura busca la otra puerta y su envés se encara hacia ella. Durante un rato va y  viene entre las puertas hasta que agotada rinde su pecíolo y se posa de nuevo en el suelo. Tirada en el suelo se queda dormida y al despertar recuerda que traspasó un vendaval, pero no pudo con la brisa. Se levanta orgullosa y se prepara para  la siguiente brisa.

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