Tu silencio le dio la bienvenida
al miedo de pensar que ya no estabas,
rechacé el absurdo de abrazarte
por no tocar mis ganas ya gastadas.
Tú me acompañaste mudo hacia dentro,
yo con torpe inercia rocé tus brazos,
y aunque ciega pensé que ya era tarde
la nieve de tu piel se hizo pedazos.
Todo lo imposible se tornó real,
tu mirada ancha se hizo profunda,
yo cerré los ojos para no olvidar
y retener tan llena aquella luna.
Una vez más...
El sol manchando tu espalda, no pudo
deshacer el hielo que tapó tu piel.
Perpleja y vacía vestí mi pena
y marché pensando, ¿ lo volveré a hacer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario