no había nada en aquella habitación,
pero todo estaba allí.
Cerré los ojos para marearme ,
y caer dentro del
Tu pecho tranquilo.
Sentí mis hombros temblando y la espiral saliendo de mi ombligo.
Dios. Dios. Dios. Dios.
La certeza de que no duraría contrayendo mi hígado.
Mis ojos comiéndose toda aquella luz en un solo instante.
Te agarré fuerte para que no desaparecieras y me censuré por ello,
pero las hebras de humanidad en mis espaldas pesaban demasiado.
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