sábado, 25 de mayo de 2013

Esta mañana...

Cuando esta mañana dibujé tu sonrisa en el contorno de mi mano,
no había nada en aquella habitación,
pero todo estaba allí.
Cerré los ojos para marearme ,
y caer dentro del

agujero de tu pecho.
Tu pecho tranquilo.
Sentí mis hombros temblando y la espiral saliendo de mi ombligo.
Dios. Dios. Dios. Dios.
La certeza de que no duraría contrayendo mi hígado.
Mis ojos comiéndose toda aquella luz en un solo instante.
Te agarré fuerte para que no desaparecieras y me censuré por ello,
pero las hebras de humanidad en mis espaldas pesaban demasiado.

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