No mirar el horror que se
esconde en cada rostro.
Se marchitó la sal y
ahora nada sabe.
De nuevo la historia se
repite,
da lo mismo un lugar ,
cercano, remoto,
siempre el horror
grisáceo de la carne sangrante.
Los gritos de inocentes
huyendo.
¿Cómo pueden ser la
gracia y el horror coetáneos?
La fortuna que me separó
de la muerte
ahora me trae la guerra
que existió mientras dormía.
Hay mucho que perdonar,
mucho que …
Serán los hijos de los que
vivieron la guerra.
Ellos tendrán que
encontrar la manera de digerir
el grito de sus padres dentro de sus
propias tripas.
Tendrán que procesar lo que no vivieron
pero que
habita en cada una de sus células.
En el mentón que recuerda a su
abuelo,
en los ojos que sonríen como el padre muerto.
El tiempo será
necesario,
habrá que aceptar que unos viven el horror y otros lo
procesan.
¿Y los que
causaron el horror con sus propias manos?
El peso de su culpa y su
ignorancia pesará en el pecho de su prole.
Aprender a amar en uno
mismo la sombras de los que te parieron.
Hoy rebusco y no encuentro
el amor ante este horror.
Quizás mañana me traiga algo que cambie
este sentir,
esta decepción que anticipa la tristeza,
y poder
romper kilos de ignorancia
para dejar que las hebras de este horror
se desvanezcan en el sol.
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