sábado, 18 de mayo de 2013

SARAJEVO

No mirar el horror que se esconde en cada rostro.
Se marchitó la sal y ahora nada sabe.
De nuevo la historia se repite,
da lo mismo un lugar , cercano, remoto,
siempre el horror grisáceo de la carne sangrante.
Los gritos de inocentes huyendo.
¿Cómo pueden ser la gracia y el horror coetáneos?
La fortuna que me separó de la muerte
ahora me trae la guerra que existió mientras dormía.
Hay mucho que perdonar, mucho que …
Serán los hijos de los que vivieron la guerra.
Ellos tendrán que encontrar la manera de digerir 
el grito de sus padres dentro de sus propias tripas. 
Tendrán que procesar lo que no vivieron
pero que habita en cada una de sus células. 
En el mentón que recuerda a su abuelo, 
en los ojos que sonríen como el padre muerto. 
El tiempo será necesario, 
habrá que aceptar que unos viven el horror y otros lo procesan.
¿Y  los que causaron el horror con sus propias manos? 
El peso de su culpa y su ignorancia pesará en el pecho de su prole. 
Aprender a amar en uno mismo la sombras de los que te parieron.
Hoy rebusco y no encuentro el amor ante este horror. 
Quizás mañana me traiga algo que cambie este sentir, 
esta decepción que anticipa la tristeza,
y poder romper kilos de ignorancia
para dejar que las hebras de este horror 
se desvanezcan en el sol.

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