domingo, 12 de enero de 2014

LA CUEVA DE QUC

Los ojos de Quc están tan acostumbrados a la oscuridad que puede moverse dentro de su cueva sin necesidad de encender un fuego. Quc intenta salir  lo menos posible; en el exterior acecha el peligro. No sólo por la cantidad de animales salvajes, (Quc es diestro con la lanza), sino por los humanos. Un par de comunidades humanas habita el valle donde acaba la montaña en la que está su cueva. Quc las observa  de lejos cuando sale a cazar, pero se cuida de que ellos desconozcan su existencia. El único ser humano con el que  Quc ha tenido contacto ha sido Ledan, su padre. Éste  previno  a Quc  sobre la naturaleza humana y su crueldad. Le enseñó a   sobrevivir dentro de una comunidad por si algún día se veía obligado a ello.  Primero, anular  la propia esencia para no llamar la atención; después,  anticiparse a la traición y  a la mentira para no ser engañado;  y por último,  aliarse con los más fuertes.  Sin embargo, siempre existe la posibilidad de vivir solo en completa libertad, y este es el regalo que Ledan le hizo a su hijo. Quc puede vivir siendo él mismo, a su ritmo, sin necesidad de estrategias y protegido de la maldad humana. 

Quc recuerda la triste historia de su padre. Ledan fue un hombre sabio, un sanador en su comunidad, y aun así lo hirieron. Durante años salvó  la vida de muchas personas, las mismas que tiempo  después   lo repudiaron  y condenaron  al exilio. Ledan fue acusado de matar a Gladis,  uno de los hombres más poderosos de su comunidad. Las explicaciones y razones que esgrimió sobre la inutilidad del tratamiento para la enfermedad de Gladis no fueron  escuchadas. Ni siquiera Gea, esposa de Ledan, creyó  en su palabra. Al llegar a esta parte de la historia los ojos de su padre se llenaban de lágrimas.


Ledan  fue condenado al exilio. Quc, que tenía dos meses por aquel entonces, siguiendo la tradición de las comunidades  en las que las  madres educan a las hijas y los padres a los hijos, se quedó con su padre. Ledan dejó atrás su vida entre los humanos y  caminó varias estaciones con Quc a sus espaldas hasta encontrar aquella cueva.  Desde entonces esta ha sido el hogar de Quc. Ledan enseñó a su hijo a cazar para alimentarse, pero la mayor parte del tiempo estaban protegidos dentro de la cueva. Durante el día Ledan transmitía a Quc toda su sabiduría sobre sanación para que no dependiese de nadie. Por la noche,a la luz del fuego,  le narraba historias humanas donde desgranaba las múltiples formas en que las personas se dañan entre ellas.



Hace tres inviernos Quc y su padre seguían las huellas de un jabalí, cuando  un puma se abalanzó sobre Ledan y mordió su cuello. Quc clavó su lanza en la espalda del animal y atravesó su corazón, pero ya era tarde. Cuando apartó al puma muerto la sangre manaba como un río del cuello de su padre. Quc puso su mano allí en un intento de taponar la herida, pero los ojos de Ledan se fueron apagando hasta que su corazón dejó de latir. Quc experimentó una soledad profunda y pesada. A pesar de dolor que sentía, cargó con el cuerpo inerte de Ledan hasta donde nadie pudiese ver el fuego de su despedida. Mientras quemaba el cuerpo de su padre Quc sintió un frío afilado  colándose en sus huesos. Esperó dos días y enterró las cenizas junto a las raíces de un árbol como manda la tradición. Tras esto, volvió a la cueva para seguir viviendo en plena libertad tal y como Ledan le había enseñado.


Han pasado dos años y el recuerdo de Ledan sigue vivo en el corazón de Quc. El padre habita ahora en el mundo de los espíritus, pero el hijo charla con él en las noches en las que la soledad se hace más pesada. Quc tiene 13 años.  Este año la primavera ha llegado pronto. Quc recoge bayas y frutos y los mete en su piel de conejo. De pronto avista un ciervo y se queda quieto, respirando profundamente mientras agarra fuerte su lanza y apunta con la mirada.
- Yo lo vi antes, niño cazador- susurra una voz, lo suficientemente alto para que el ciervo intuya  el peligro y salga del cerco bosque adentro.
El miedo deja a Quc paralizado. Ni siquiera ha oído a alguien acercarse. Se vuelve lentamente a mirar a su espalda.  Una chica, algo más alta que él, está a su lado. Viste con cuero,  trabajado a la manera de las comunidades. Quc sigue paralizado de terror. Nadie debe saber de su existencia. ¿Cómo ha llegado esa chica ahí? ¿Cómo ha podido él dejarse ver tan fácilmente?
- ¿No hablas mi lengua, niño cazador?- la niña se acerca a Quc y este, asustado retrocede,  tropieza y acaba en el suelo.
- Vaya, ¿ de qué tienes miedo, niño?- Quc comienza a pensar en todas las historias humanas que Ledan  le contó y un pensamiento aparece en su cabeza: "No la escuches, te engañará". Decidido, se levanta y sale corriendo. Para  llegar a su cueva recorre varios caminos dejando pistas falsas. Al llegar,  entra a lo más profundo y se echa sobre su jergón de pieles en posición fetal. El corazón le late desbocado y un sudor frío recorre su espalda. Poco a poco va calmándose y antes del anochecer  se queda dormido.

Amanece y un rayo dorado alumbra la entrada de la cueva. Quc abre los ojos y lo ocurrido el día anterior viene a su cabeza. Desconfiado, coge su lanza y se asoma  fuera. Nadie. No hay nadie. A lo lejos observa los humos de las comunidades y esa lejanía le devuelve la confianza. No volverá a cazar al bosque del oeste. Las comunidades están demasiado cerca.

Durante semanas Quc se limita a cazar cerca de su cueva. Encuentra conejos, ardillas, ratones... No necesita animales más grandes. Poco a poco el recuerdo de aquella chica va diluyéndose en su memoria y vuelve a sentirse completamente solo y libre. Un día Quc está volviendo de cazar cuando ve a una liebre blanca en la entrada de la cueva. La liebre está apoyada sobre sus patas traseras y mira curiosona hacia dentro. "La comida viene a casa", piensa Quc divertido mientras agarra su cuchillo y se lo lanza. Como si lo hubiera oído un segundo antes, la liebre se aparta rápido y sale corriendo. Quc recoge su cuchillo y corre tras la liebre monte abajo. La liebre vuela despavorida huyéndole a la muerte. Quc , que no ceja en su empeño de cazarla, entra sin darse cuenta en el bosque del oeste. La liebre es lista y con dos saltos desaparece de la vista de su depredador. Quc se detiene jadeante  intentado ubicar a su presa, pero la ha perdido. Maldice su despiste al verse rodeado de árboles y comienza a andar de vuelta a la cueva. Justo en la linde del bosque la escucha. Es una voz humana pidiendo ayuda. Una voz femenina. "Maldita sea, Quc, vamos, sal de aquí" se dice a sí mismo, pero no se mueve. Mira hacia atrás y camina muerto e miedo hacia el origen de la voz. Apoyada en las enormes raíces de un roble se encuentra a  la misma chica  de aquel día. Está  medio tumbada, le cuesta respirar y un  hueso le asoma fuera de una herida en su pierna derecha. Quc la mira y hace un diagnóstico rápido: fractura limpia  del peroné. No se acerca. El terror a los humanos lo paraliza.
- Niño cazador... busca a alguien- dice la chica con las pocas fuerzas que le quedan antes de desmayarse de dolor.

Quc despierta de su parálisis y comienza a pensar rápidamente. Si la deja allí al cabo de los días morirá. Descarta la idea de llevarla a la comunidad, demasiado peligroso para él. Maldita sea, maldita liebre escurridiza, yo no tenía que haber visto esto. Entre lamento y lamento una parte de él comienza a buscar un tronco para inmovilizarle la pierna. Encuentra uno de la medida de la pierna de la chica y lo parte transversalmente  por la mitad. Lo coloca debajo de la pierna y lo fija con cordones de cuero a modo de férula.  Quc la agarra y con cuidado se la echa al hombro, la chica sigue desmayada.  Mientras carga con el cuerpo de la chica decide que si no le habla no habrá peligro. Al llegar a su cueva la deposita en su jergón y sale a buscar las plantas que necesitará para curarla. Clavo, para anestesiarla, kava kava como somnífero, árbol de té para la herida y por último  nueces y semillas que ayudarán a soldar el hueso. Tendrá que volver a entablillarle la pierna más adecuadamente. 

Han pasado cuatro días desde que encontró a la chica. La pierna está entablillada y la recuperación está en curso. Gracias al kava kava la chica duerme todo el día. Quc aviva el fuego cuando la oye gimotear. Se acerca a ella con cuidado, agarra el brebaje y se lo da para que siga durmiendo.
-No, no... - la chica  aparta la medicina e intenta incorporar medio cuerpo. Quc, asustado,  se aleja de ella. 
- ¿Dónde estoy ? Vaya, no puedes entenderme. Maldita Gaia, qué mala suerte. Me has salvado la vida, niño cazador. Soy Runa.- Quc se queda quieto mirándola espantado. Todo su sistema de vida está en peligro. Malditos humanos. Quc se da la vuelta y decide ignorarla mientras despelleja  una liebre junto al fuego.
- ¿De qué tienes miedo, niño?- Runa se siente mareada, así que decide beberse el brebaje. Poco a poco vuelve a tumbarse y se queda dormida. Quc oye la respiración pausada de la chica y se relaja. De nuevo dormida, de nuevo inofensiva. Quc se acerca  y la observa. Debajo de las pieles ve moverse su pecho. Runa, se llama Runa. Quc observa sus manos, su rostro, el pelo anaranjado como el fuego... Quc siente frío en la espalda y se da cuenta que  que el fuego hace tiempo que es solo brasas. ¿Cuánto tiempo lleva mirándola?

Rayos de sol entran en la cueva y Quc abre los ojos. Runa está avivando el fuego. Se arrastra con la pierna entablillada  y se acerca  a él con algo entre las manos.
- Come, niño. Come.
Quc se da la vuelta y  finge seguir durmiendo. Pasan las horas y hasta que no la siente respirar dormida no se levanta.

Quc vuelve de cazar con una liebre y dos ardillas. A medida que entra en la profundidad de su cueva comienza a oír un canto.   La chica canta frente del fuego. Su voz parece acompañar el crepitar de las llamas. Parece como si su voz saliese de la profundidad de la tierra. Quc sigue andando hipnotizado y se queda parado junto al fuego, frente a Runa. Ella no parece percibir su presencia. Las llamas bailan en sus ojos mientras su mirada las atraviesa y su voz penetra en cada resquicio de la cueva. Quc comienza a sentir sus mejillas húmedas sin poder evitar las lágrimas que brotan de sus ojos. "Malditos humanos", se lamenta, sin poder apartar su mirada de Runa.

Han pasado dos lunas llenas desde que Runa llegó a la cueva. Quc sabe que su pierna está casi curada. La chica anda  apoyada en un palo. Dentro de poco podrá volver a su comunidad. Quc afila su lanza mientras Runa despelleja un conejo.
- Niño, ya no soy una carga. Cuando la luna comience a crecer volveré con los míos- Runa lo mira y sonríe. Está acostumbrada al silencio de Quc,  sabe que él ya no la teme. Quc asiente y continúa afilando su lanza.

El frío despierta a Quc. Se levanta para avivar el fuego en mitad de la noche. Al mirar al rincón de Runa ve que la chica ha desaparecido. El corazón se le acelera y la busca fuera de la cueva. El sol comienza a aparecer y Quc se da cuenta de que Runa ha vuelto con los suyos. Sintiéndose un  tonto vuelve adentro. Se mete entre sus pieles, pero el frío le atenaza el cuerpo. El mismo frío, la misma soledad que el día que murió Ledan. 

Ledan...

Quc se da cuenta de que hace muchas noches que no habla con él.

Han pasado cuatro noches desde que Runa volvió con los suyos. Quc ha sopesado mucho su decisión. En su petate lleva lo imprescindible y en su mano derecha su lanza. Mira las paredes de su cueva por última vez. 
- Perdóname, padre.
Quc sale de la cueva y mira hacia el valle. Piensa en las lecciones de Ledan para vivir entre humanos. Estrategias y más estrategias para prevenir el dolor. De pronto vuelve a escuchar en su cabeza la  voz de la chica y la melodía de su canción. Todas las lecciones se desvanecen y con el recuerdo de Runa cantando Quc camina hacia al valle para vivir entre los suyos. 


miércoles, 18 de diciembre de 2013

DA CORAZÓN, DA

La miseria quemaba mi mente y me lanzaba hacia fuera
buscando en cada rincón la vida que veía,
sintiendo su carencia en el tuétano de cada uno de mis huesos. 
Un día el agotamiento bajó mi mirada y lloré la tierra.
Al despertar te vi mirándome sin palabras. 
Hundido en tus pupilas respiré el río de tu cuerpo,  
el deseo de dártelo todo quemaba mi pecho.
Para que  tú  la sintieras abrí mi alma para darte la vida, 
esa vida que siempre busqué y que ahora salía en estampida
de cada uno de mis órganos para que tú la bebieras.
Ahora camino el mundo, 
si necesito algo, no lo busco, 
te lo doy a ti, vida mía.






lunes, 16 de diciembre de 2013

HÉROES y HEROÍNAS

Lucía camina por la calle atestada de luces. Sus pasos son lentos en comparación con la multitud que corre de un lado a otro haciendo las compras navideñas. Ha de preparar este año la cena de nochebuena, pero se siente perdida. Desde pequeña adora la Navidad, pero, ¿qué va a celebrar este año si ya no tiene trabajo? No quiere que su familia se preocupe por ella, por eso ha decidido invitarlos a su casa, para demostrarles que está bien. Pero fingir ante ella misma es más difícil. Ojalá no la afectara tanto estar en el paro, pero no puede evitar sentirse decaída. Serán las primeras vacaciones de Navidad que no terminarán nunca, piensa con amargura. Recuerda que para ella el espíritu navideño siempre ha sido la alegría. Pero mira alrededor -la gente, las luces- y no ve alegría en esa multitud enardecida. ¿Cómo va a hacer para agasajar a su familia ahora que no tiene trabajo? Le duele haber perdido la ilusión navideña. El frío despierta a Lucía y su mente vuelve a la Gran Vía madrileña. Se para a descansar en mitad de la acera y se queda mirando a una familia. El padre lleva a un bebé de varios meses en una cangurera y la madre lleva de la mano a una niña de unos cuatro años. La niña ve globos y le pide a la mamá, pero ésta niega con la cabeza y la niña queda triste. La mamá y el papá se miran resignados y en esa mirada Lucía comprende el gran esfuerzo que todos los que hay a su alrededor hacen cada día para sobrevivir. De pronto mira a la multitud y se siente menos sola. Observa a las familias, a los jóvenes, a los abuelos, y cuando ve a alguno de ellos sonriendo, algo se enciende dentro de Lucía. Comienza a percibir la enorme valentía que implican esas sonrisas, pues todos ellos son supervivientes de la crisis. Comprende el coraje que hay que tener para a salir a celebrar, a ilusionarse con las luces, con las garrapiñadas, con la Navidad. Lucía vuelve a observar a la familia de los globos frustrados, que ahora ríen con un mimo callejero. La niña mira al mimo entusiasmada y los papás miran a su hija con satisfacción. Lucía siente el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Mira a la multitud que la rodea y se siente capaz de amarlos a todos. Ya no ve gente enardecida, ve gente valiente. De pronto sonríe y toma una decisión. Tirará de ahorros y preparará una gran cena para su familia. Ella también tiene mucho amor que celebrar a pesar de las dificultades. Lucía acelera el paso mientras piensa: somos héroes y heroínas, todos nosotros somos héroes y heroínas.

martes, 10 de diciembre de 2013

ALAS

Gozar el  instante en que puedo sentir tu amor.
Respirar  el momento en que sé que todo está bien.
Masticar el  ahora  en que logro alcanzar un sí.
Soltar el instante en que la duda aparece.
Disfrutar el momento en que él corazón se abre.
Observar el ahora conquistando una verdad.
Y dentro de mí la gratitud abriéndose como  alas de mariposa.
Dentro de mí vuela libre mi  libertad.

domingo, 1 de diciembre de 2013

LA HERIDA, LA PUERTA

                                                      Creer en la vida. Antes de la llamada Ana creía en la vida. 

Creía en ella, pero tras la llamada olvidó el porqué.
La llamada.
El día de la llamada, 
un momento de suspenso casi placentero tras las palabras, 
luego piedras  estrellándose contra la oreja...
Otro instante vacío donde todo es posible 
y cristales haciéndose añicos dentro de su cabeza
Un antes blando y fácil y tras la llamada, 
un después lleno de alambres y espinas. 
Recuerda el crujido tras colgar.  
Venas rotas dentro de su corazón.
Pero Ana insiste, 
ella recuerda amar la vida antes de la llamada, 
aunque ya no es capaz de recordar el porqué.
Pasan lo años.
Ana ya no piensa en la llamada,
pero  sabe que tiene el corazón herido.
Ana se avergüenza de su herida
y la esconde tras de muros de cortinas.
Corazón sangrante tras los visillos.
Y de nuevo pasan los años.
El tiempo trae tormentas, brisas o vientos huracanados. 
Las cortinas se mueven y con cada soplido el dolor se atenúa.
Respirar es más fácil.
Ana camina y ve otros corazones heridos. 
Deja de pensar que está sola, respira acompañada. 
Respirar... un poco más profundo.
Profundo.  
Pasan las estaciones y un verano cualquiera...
el sol es más brillante. 
Más brillante que ...antes de la llamada.
Ana mira su pecho y ve sus cortinas abiertas. 
Teme descubrir su venas rotas y enredadas
pero una gran cicatriz ocupa su centro. 
La cicatriz supura luz,
es una puerta por donde se escapa el fuego.
Ana arranca las cortinas y deja que el sol la toque.
El sol del cielo en ese caliente día veraniego,
y el sol que sale de su herida desbocado hacia fuera.




SACERDOTISA

Abuela de su hogar, de su hogar, de su hogar, de su hogar...

Sólo tiene treinta años pero es abuela de su hogar. En sus brazos porta el libro de su vida que  jamás lee porque lo lleva escrito en sus huesos. La experiencia de lo vivido marcada en su corazón, heridas a través de las cuales sale su luz a a raudales. Le gusta estar sola. Sabe estar sola. En su silencio encuentra las respuestas y en cada paso que da la certeza de su camino. Un camino largo y lineal. Su viaje está lleno de estrellas y de momentos irrepetibles. Pero a veces necesita descansar en la tranquilidad de los días perdidos. Observa  la candela y deja que sus pensamientos la lleven a recuerdos del pasado. El crepitar del fuego la trae de nuevo a su hogar de madera. Respira profundo y su estómago se llena de la dicha que siente. En su boca una sonrisa da las gracias a lo invisible por cada instante vivido. Siente toda la magia que contiene el bosque detrás de las ventanas. Mira hacia fuera y al ver moverse las hojas del olmo siente la paz creciendo en su alma. 
Gotas de lluvia comienzan a caer y porque puede escuchar dentro de ella el pulso del agua sale a caminar descalza entre las hojas que el otoño ha dejado esparcidas por aquel bosque encantado donde las hadas le susurran al cielo que arrastre lo viejo hacia la gran cascada. Afuera deja que sus pies se hundan en el barro mientras inspira el olor a tierra mojada.


lunes, 11 de noviembre de 2013

DOS CAMINOS

Germán mira a Lucía pidiéndole que se quede en Argentina. Lucía le sonríe confusa y mira el avión que la llevará de vuelta a España. Dos caminos. Lucía toma una decisión y piensa, Díos mío no permitas que me arrepienta de este día.
Han pasado veinte años desde aquella decisión. Lucía limpia el taller donde pinta mientras espera que la luz sea la adecuada. Mira por la ventana el cielo de Sevilla y se deja acariciar por su luminosidad única. A las diez decide que la luz es perfecta y agarra sus pinceles. Comienza a pintar y olvida que existe. A media tarde el hambre la saca del lienzo. Se prepara un bocadillo y se lo come delante del ordenador. Se le acelera el corazón al leer un mail de su agente. Galerie Denise René de París está interesada en su obra y ofrece varias fechas para exponer. Lucía se levanta entusiasmada, sale al patio y se ríe histérica. La cabeza se le llena con todo lo que ha de hacer para preparar la exposición, pero respira y decide simplemente disfrutar el momento. Sigue respondiendo mails hasta que se hace de noche. Lucía va a  la cocina y mientras se prepara la cena algo en su mente caprichosa la lleva veinte años atrás. Es absurdo, absurdo, piensa mientras pica cebolla. Pero sin saber cómo sigue el hilo de sus pensamientos y fantasea   con cómo hubiera sido su vida si no  hubiera cogido ese avión hace veinte años... 

Lucía hace las camas de las niñas y pone una lavadora. Sale rápido a comprar para que la comida esté lista a las doce. Vuelve a casa enfadada porque la leche volvió a subir, pero en su portal se encuentra a Mariana, su vecina del tercero con cuyas hijas juegan  las suyas y ambas se desahogan a gusto sobre como va la Argentina. Luego recuerdan el último asadito vecinal y se despiden riendo. A las dos han comido todos, incluido Germán que pudo salir antes del laburo. Las niñas echan la siestita, costumbre de su madre española, momento en que Lucía y Germán aprovechan para tumbarse en el sofacito y estar así no más o lo que se tercie. Lucía se queda dormida abrazada a los pies de Germán. A las tres despierta como un resorte y sale de casa despeinada pero feliz. Coge un colectivo que la lleva hacia San Telmo, barrio donde da clases de pintura a niños en un colegio privado. Hoy trabajarán con acuarelas. Después de cinco horas Lucía llega a casa cansada y con manchas de azul en su rostro.  Germán baña a las niñas, luego cenan todos juntos y Lucía las acuesta.  Después de dos cuentos y de ponerse firme un par de veces las niñas respiran dormidas. Lucía las observa y siente que crezcan tan rápido. Cuando llega al salón Germán se ha dormido en el sofá. Lucía le echa una manta y lo mira respirar profundamente. Observa la barbilla de Germán y le dan ganas de besarla, pero decide no despertarlo, así que  sale al balcón. Al mirar el cielo bonarense piensa en Sevilla. Y aunque sabe que es absurdo, fantasea  con cómo hubiera sido su vida si hubiera cogido ese avión hace veinte años...