La miseria quemaba mi mente y me lanzaba hacia fuera
buscando en cada rincón la vida que veía,
sintiendo su carencia en el tuétano de cada uno de mis huesos.
Un día el agotamiento bajó mi mirada y lloré la tierra.
Al despertar te vi mirándome sin palabras.
Hundido en tus pupilas respiré el río de tu cuerpo,
el deseo de dártelo todo quemaba mi pecho.
Para que tú la sintieras abrí mi alma para darte la vida,
esa vida que siempre busqué y que ahora salía en estampida
de cada uno de mis órganos para que tú la bebieras.
Ahora camino el mundo,
si necesito algo, no lo busco,
te lo doy a ti, vida mía.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
lunes, 16 de diciembre de 2013
HÉROES y HEROÍNAS
Lucía camina por la calle atestada de luces. Sus pasos son lentos en comparación con la multitud que corre de un lado a otro haciendo las compras navideñas. Ha de preparar este año la cena de nochebuena, pero se siente perdida. Desde pequeña adora la Navidad, pero, ¿qué va a celebrar este año si ya no tiene trabajo? No quiere que su familia se preocupe por ella, por eso ha decidido invitarlos a su casa, para demostrarles que está bien. Pero fingir ante ella misma es más difícil. Ojalá no la afectara tanto estar en el paro, pero no puede evitar sentirse decaída. Serán las primeras vacaciones de Navidad que no terminarán nunca, piensa con amargura. Recuerda que para ella el espíritu navideño siempre ha sido la alegría. Pero mira alrededor -la gente, las luces- y no ve alegría en esa multitud enardecida. ¿Cómo va a hacer para agasajar a su familia ahora que no tiene trabajo? Le duele haber perdido la ilusión navideña. El frío despierta a Lucía y su mente vuelve a la Gran Vía madrileña. Se para a descansar en mitad de la acera y se queda mirando a una familia. El padre lleva a un bebé de varios meses en una cangurera y la madre lleva de la mano a una niña de unos cuatro años. La niña ve globos y le pide a la mamá, pero ésta niega con la cabeza y la niña queda triste. La mamá y el papá se miran resignados y en esa mirada Lucía comprende el gran esfuerzo que todos los que hay a su alrededor hacen cada día para sobrevivir. De pronto mira a la multitud y se siente menos sola. Observa a las familias, a los jóvenes, a los abuelos, y cuando ve a alguno de ellos sonriendo, algo se enciende dentro de Lucía. Comienza a percibir la enorme valentía que implican esas sonrisas, pues todos ellos son supervivientes de la crisis. Comprende el coraje que hay que tener para a salir a celebrar, a ilusionarse con las luces, con las garrapiñadas, con la Navidad. Lucía vuelve a observar a la familia de los globos frustrados, que ahora ríen con un mimo callejero. La niña mira al mimo entusiasmada y los papás miran a su hija con satisfacción. Lucía siente el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Mira a la multitud que la rodea y se siente capaz de amarlos a todos. Ya no ve gente enardecida, ve gente valiente. De pronto sonríe y toma una decisión. Tirará de ahorros y preparará una gran cena para su familia. Ella también tiene mucho amor que celebrar a pesar de las dificultades. Lucía acelera el paso mientras piensa: somos héroes y heroínas, todos nosotros somos héroes y heroínas.
martes, 10 de diciembre de 2013
ALAS
Gozar el instante en que puedo sentir tu amor.
Respirar el momento en que sé que todo está bien.
Masticar el ahora en que logro alcanzar un sí.
Soltar el instante en que la duda aparece.
Disfrutar el momento en que él corazón se abre.
Observar el ahora conquistando una verdad.
Y dentro de mí la gratitud abriéndose como alas de mariposa.
Dentro de mí vuela libre mi libertad.
Respirar el momento en que sé que todo está bien.
Masticar el ahora en que logro alcanzar un sí.
Soltar el instante en que la duda aparece.
Disfrutar el momento en que él corazón se abre.
Observar el ahora conquistando una verdad.
Y dentro de mí la gratitud abriéndose como alas de mariposa.
Dentro de mí vuela libre mi libertad.
domingo, 1 de diciembre de 2013
LA HERIDA, LA PUERTA
Creer en la vida. Antes de la llamada Ana creía en la vida.
Creía en ella, pero tras la llamada olvidó el porqué.
Creía en ella, pero tras la llamada olvidó el porqué.
La llamada.
El día de la llamada,
un momento de suspenso casi placentero tras las palabras,
luego piedras estrellándose contra la oreja...
luego piedras estrellándose contra la oreja...
Otro instante vacío donde todo es posible
y cristales haciéndose añicos dentro de su cabeza
Un antes blando y fácil y tras la llamada,
un después lleno de alambres y espinas.
Un antes blando y fácil y tras la llamada,
un después lleno de alambres y espinas.
Recuerda el crujido tras colgar.
Venas rotas dentro de su corazón.
Pero Ana insiste,
ella recuerda amar la vida antes de la llamada,
aunque ya no es capaz de recordar el porqué.
Venas rotas dentro de su corazón.
Pero Ana insiste,
ella recuerda amar la vida antes de la llamada,
aunque ya no es capaz de recordar el porqué.
Pasan lo años.
Ana ya no piensa en la llamada,
pero sabe que tiene el corazón herido.
Ana se avergüenza de su herida
y la esconde tras de muros de cortinas.
Corazón sangrante tras los visillos.
Ana ya no piensa en la llamada,
pero sabe que tiene el corazón herido.
Ana se avergüenza de su herida
y la esconde tras de muros de cortinas.
Corazón sangrante tras los visillos.
Y de nuevo pasan los años.
El tiempo trae tormentas, brisas o vientos huracanados.
Las cortinas se mueven y con cada soplido el dolor se atenúa.
Respirar es más fácil.
Ana camina y ve otros corazones heridos.
Deja de pensar que está sola, respira acompañada.
Respirar... un poco más profundo.
Profundo.
Pasan las estaciones y un verano cualquiera...
el sol es más brillante.
Más brillante que ...antes de la llamada.
Ana mira su pecho y ve sus cortinas abiertas.
Teme descubrir su venas rotas y enredadas,
pero una gran cicatriz ocupa su centro.
La cicatriz supura luz,
es una puerta por donde se escapa el fuego.
Ana arranca las cortinas y deja que el sol la toque.
El tiempo trae tormentas, brisas o vientos huracanados.
Las cortinas se mueven y con cada soplido el dolor se atenúa.
Respirar es más fácil.
Ana camina y ve otros corazones heridos.
Deja de pensar que está sola, respira acompañada.
Respirar... un poco más profundo.
Profundo.
Pasan las estaciones y un verano cualquiera...
el sol es más brillante.
Más brillante que ...antes de la llamada.
Ana mira su pecho y ve sus cortinas abiertas.
Teme descubrir su venas rotas y enredadas,
pero una gran cicatriz ocupa su centro.
La cicatriz supura luz,
es una puerta por donde se escapa el fuego.
Ana arranca las cortinas y deja que el sol la toque.
El sol del cielo en ese caliente día veraniego,
y el sol que sale de su herida desbocado hacia fuera.
y el sol que sale de su herida desbocado hacia fuera.
SACERDOTISA
Abuela de su hogar, de su hogar, de su hogar, de su hogar...
Sólo tiene treinta años pero es abuela de su hogar. En sus brazos porta el libro de su vida que jamás lee porque lo lleva escrito en sus huesos. La experiencia de lo vivido marcada en su corazón, heridas a través de las cuales sale su luz a a raudales. Le gusta estar sola. Sabe estar sola. En su silencio encuentra las respuestas y en cada paso que da la certeza de su camino. Un camino largo y lineal. Su viaje está lleno de estrellas y de momentos irrepetibles. Pero a veces necesita descansar en la tranquilidad de los días perdidos. Observa la candela y deja que sus pensamientos la lleven a recuerdos del pasado. El crepitar del fuego la trae de nuevo a su hogar de madera. Respira profundo y su estómago se llena de la dicha que siente. En su boca una sonrisa da las gracias a lo invisible por cada instante vivido. Siente toda la magia que contiene el bosque detrás de las ventanas. Mira hacia fuera y al ver moverse las hojas del olmo siente la paz creciendo en su alma.
Gotas de lluvia comienzan a caer y porque puede escuchar dentro de ella el pulso del agua sale a caminar descalza entre las hojas que el otoño ha dejado esparcidas por aquel bosque encantado donde las hadas le susurran al cielo que arrastre lo viejo hacia la gran cascada. Afuera deja que sus pies se hundan en el barro mientras inspira el olor a tierra mojada.
lunes, 11 de noviembre de 2013
DOS CAMINOS
Germán mira a Lucía pidiéndole que se quede en Argentina. Lucía le sonríe confusa y mira el avión que la llevará de vuelta a España. Dos caminos. Lucía toma una decisión y piensa, Díos mío
no permitas que me arrepienta de este día.
Han
pasado veinte años desde aquella decisión. Lucía limpia el taller donde
pinta mientras espera que la luz sea la adecuada. Mira por la ventana
el cielo de Sevilla y se deja acariciar por su luminosidad única. A
las diez decide que la luz es perfecta y agarra sus pinceles.
Comienza a pintar y olvida que existe. A media tarde el hambre la
saca del lienzo. Se prepara un bocadillo y se lo come delante del
ordenador. Se le acelera el corazón al leer un mail de su agente.
Galerie Denise René de París
está
interesada en su obra y ofrece varias fechas para exponer. Lucía se
levanta entusiasmada, sale al patio y se ríe histérica. La cabeza
se le llena con todo lo que ha de hacer para preparar la exposición,
pero respira y decide simplemente disfrutar el momento. Sigue
respondiendo mails hasta que se hace de noche. Lucía va a la cocina y
mientras se prepara la cena algo en su mente caprichosa la lleva
veinte años atrás. Es absurdo, absurdo, piensa mientras pica
cebolla. Pero sin saber cómo sigue el hilo de sus pensamientos y fantasea con cómo hubiera sido su vida si no hubiera cogido ese avión hace veinte años...

Lucía
hace las camas de las niñas y pone una lavadora. Sale rápido a
comprar para que la comida esté lista a las doce. Vuelve a casa
enfadada porque la leche volvió a subir, pero en su portal se
encuentra a Mariana, su vecina del tercero con cuyas hijas juegan las suyas y ambas se desahogan a gusto sobre como va la Argentina.
Luego recuerdan el último asadito vecinal y se despiden riendo. A
las dos han comido todos, incluido Germán que pudo salir antes del
laburo. Las niñas echan la siestita, costumbre de su madre española,
momento en que Lucía y Germán aprovechan para tumbarse en el
sofacito y estar así no más o lo que se tercie. Lucía se queda
dormida abrazada a los pies de Germán. A las tres despierta como un
resorte y sale de casa despeinada pero feliz. Coge un colectivo que
la lleva hacia San Telmo, barrio donde da clases de pintura a niños
en un colegio privado. Hoy trabajarán con acuarelas. Después de
cinco horas Lucía llega a casa cansada y con manchas de azul en su rostro. Germán baña a las niñas, luego cenan todos juntos y Lucía las acuesta. Después de dos cuentos y de ponerse firme un par de
veces las niñas respiran dormidas. Lucía las observa y siente que
crezcan tan rápido. Cuando llega al salón Germán se ha dormido en
el sofá. Lucía le echa una manta y lo mira respirar profundamente.
Observa la barbilla de Germán y le dan ganas de besarla, pero decide
no despertarlo, así que sale al balcón. Al mirar el cielo bonarense
piensa en Sevilla. Y aunque sabe que es absurdo, fantasea con cómo
hubiera sido su vida si hubiera cogido ese avión hace veinte años...
sábado, 9 de noviembre de 2013
CORREO POSTAL
Sé que no
te gusta leer, pero si te concentras podrás oír mi voz entre los
renglones de esta carta. Hoy es mi cumpleaños, ha amanecido
nublado y he recordado que no puedo cambiar el pasado. No puedo
mamá. Puedo soñar que no cogí ese autobús. Soñar que vivimos
juntas en el pueblo y que soy feliz. Soñar que no necesito nada
porque lo que tu viviste nos basta a las dos. Mamá no te impacientes
y sigue leyendo. Cogí ese autobús porque tu vida no era la mía. No
sé si es mejor o peor, pero no era la mía. Tardé cuatro años en
descubrirlo, hasta que un día me levanté en esta ciudad y no
sentí más tu mirada en mi espalda. Ahora que yo soy yo y tú eres
tú, puedo volver atrás y comprender los silencios. No pasa nada
mami. No llores, tranquila... a pesar de todas las peleas, los
rencores, mi ausencia... hoy he cumplido 30 años y lo único que la
vida me ha enseñado es una certeza. Sí mamá una certeza. La
certeza de que tú lo eres todo para mí.
PD: no sé
quién llegará antes al pueblo, si esta carta o yo, porque desde que hay
internet el correo postal está fatal y yo voy que vuelo de las ganas
que tengo de abrazarte.
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