Dejé de esperar a que vinieras a dibujar mi camino.
Hice mi sendero parándome a descansar en mi pecho.
Caminé muy rápido para no llegar a ningún sitio,
y caminé lento en medio de tormentas de llanto.
Anduve a oscuras avanzando a base de fe y rabia.
Cuando comprendí de nuevo mi senda caí al suelo agradecida, pero tuve que descansar para penar mi ceguera.
Dejé que la rabia y el miedo salieran, piedras cayendo de mis bolsillos.
Ahora camino lento, lento, lento...
y a veces me confundo con la vereda.
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