lunes, 26 de mayo de 2014

CARLA EN LA TORMENTA

Se acerca la  tormenta. Carla se despierta al oír el cielo tronar como si se partiera en dos. La lluvia golpea su ventana y Carla  aprieta las sábanas. Desde pequeña ha vivido las tormentas aterrada,  o bien escondida debajo de su cama o abrazada en la cama de sus padres. Hoy un rayo ilumina la habitación y Carla tiembla con todo su cuerpo de 32 años y se tira bajo la cama. Se tapa los oídos con cada trueno pero no es suficiente, los oye acercarse hacia su ático. Tensa el cuerpo, pero el tembleque continúa. Mierda Carla, tienes 32 años, ¿te parece normal ponerse así por una maldita tormenta? No es la tormenta, es que desde que Nico se marchó estoy muy vulnerable. Lo que quieras, pero deja de temblar, contrólate maldita sea. Carla intenta anular su miedo, pero se le cuela entre las articulaciones y las hace bailar a su propio ritmo. Si Nico estuviera aquí me abrazaría, se reiría de mí y yo no me avergonzaría tanto por parecer una cría. Patética, desde que se fue he vuelto a mi versión más patética. No, basta Carla, no te engañes. Con él aquí también te asustaba la tormenta, pero lo disimulabas acurrucándote en las sábanas como si fuera frío. Un rayo ilumina la habitación y un gemido irrumpe en su garganta. El gemido se hace grave y entrecortado por los temblores. Carla intenta controlarse, pero otro rayo echa a perder sus intentos. La rabia y la impotencia suben desde su estómago y suelta un alarido tan profundo que tapa la tormenta, al menos en sus oídos. De su garganta empiezan a salir gritos que golpean las ventanas. Carla siente que su cuerpo tiembla menos, así que sigue gritando como loca. Sale de debajo de la cama y le grita a los cristales que la separan del patio. ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! El llanto amenaza su garganta, pero   Carla lo frena con un alarido aún más potente. Abre las ventanas y sale al patio. Ahora sus gritos se escapan al cielo y golpean los truenos.     La tormenta cae atronadora sobre el ático. La fuerte lluvia agua las macetas y deja un río de barro alrededor de las hamacas. Carla guarda un momento de silencio, ¿cómo he llegado hasta aquí? Empapada mira, casi en hipnosis,  el cielo encenderse con cada rayo. Los truenos retumban en su estómago haciéndola vibrar. Sin que pueda controlarlo sus brazos se abren y la tormenta entra en su pecho desgarrando sus temores.  

domingo, 11 de mayo de 2014

NIÑA DE COLOR

No te me despistes niña de color                                   
que el sol es grande y tiene tu porción. 
Alza tu mirada para ver de frente 
el agua que mana y bebe de la fuente. 
Moja tu cintura, dormita en la roca, 
deja que el aire  entre tu por tu boca.
Recuerda que el cielo se abre para ti,
colorea tu aliento y déjalo salir.
Camina en silencio cuando te levantes,
pase lo que pase sigue hacia delante.
Y pintó orgullosa colores en su falda.


GAIA EN SU CALMA

Presiente la presencia de la bestia antes de olerla, pero no quiere aceptar que dormita con ella. Poco a poco el olor va llenando su espacio y Gaia se siente invadida por su brutalidad. Gaia respira su putricidez mientras se mantiene totalmente quieta. Las ganas de huir tensan su estómago y le palpitan las sienes. Aprieta sus ojos para parar el torrente de imágenes sangrientas que su imaginación desbocada crea. Le duele la cabeza, pero sabe que a fuerza de apretar podrá convertir su mente en su estómago, tenso y duro, pero vacío. Un calor enorme sube desde sus pies hasta su cabeza, pero no se mueve. Poco a poco va pausando su respiración. Todo su cuerpo en tensión comienza a relajarse. Oye bufar a la bestia y su cuerpo vuelve a ser un muelle de alambre listo para saltar. No, Gaia, quieta, tranquila, calma. De nuevo su respiración pausada la serena. Un instante después  se queda dormida. Cuando despierta  el sol de la mañana  la llena como una exhalación. 

lunes, 24 de marzo de 2014

MADRE ROSA

Lo último que Irene quiere es entrar en la iglesia. Paco es una enamorado del arte románico, pero Irene sólo puede ver la iglesia a la que iba  con las monjas. Estudió toda su vida con ellas y eso le ha dejado una alergia hacia todo lo eclesiástico.
-Venga mujer, sólo por acompañarme a mí, además es una verdadera joya arquitectónica.
Entra dentro por Paco, pero a ella la maldita joya arquitectónica  solo le trae malos recuerdos. Todo sigue igual, las mismas vidrieras,  las mismas imágenes, el mismo olor... Se sienta en un banco y espera a que Paco satisfaga toda su curiosidad. Mientras está sentada un recuerdo viene a su memoria. Se ve a sí misma, sentada en aquel banco, pero  años atrás, el día de su comunión. Su madre le compró un traje rosa claro y cuando al llegar vio que todas las niñas iban de blanco sintió muchísima vergüenza. Su catequista y maestra de religión, la madre Rosa, le dirigió una mirada reprobatoria e Irene supo que había vuelto a equivocarse. Lo peor llegó cuando tomó la hostia consagrada por primera vez y no sintió nada especial. Ahí supo que había algo terriblemente malo dentro de ella, pero lo disimuló como pudo. La única que siempre parecía ver en ella aquel agujero oscuro era la madre Rosa. Al acabar la comunión abrazó a cada niña, pero a Irene la despidió con una bajada de cabeza que más que adiós parecía decir " no tienes remedio Irene, lo tuyo ni Dios lo perdona". Ahora sentada en aquel banco Irene intenta sonreír  al recordar sus sentimientos de culpa infantiles, sin embargo, tiene un nudo en el estómago. Se levanta y busca  a Paco. Lo ve al fondo de la nave. Haciendo un gran esfuerzo Irene  decide  dejarlo disfrutar y pasea  hasta el sagrario. Al llegar ve que todo sigue igual,  igual que el día que quebró su vida. Irene tenía 15 años y el chico 17. Se llamaba Pedro e iba a un  colegio de Jesuitas en la misma calle. Se habían visto varias veces a la salida del colegio y habían hablado otras tantas. La razón por la que terminaron metidos en la iglesia y apoyados en el sagrario dándose el lote sólo el subconsciente de Irene lo sabe. Después de tantos años tragando culpa e intentando ser perdonada, quizás decidió cambiar de estrategia. Si hago todo lo que me piden y aún así me dan por perdida pues que vean cuan perdida estoy. Esto por supuesto lo analiza  ahora, en aquel momento ni siquiera se dio cuenta cómo acabaron allí. Sí recuerda  pensar mientras besaba a aquel chico, "esto es maravilloso, seguro que es un pecado muy grande". El grito de la madre Rosa al verlos en plena faena los sacó de su entusiasmo. Pedro  asustado salió zumbando como si con él no fuera aquello e Irene se quedó para escuchar que iría directa al infierno porque no había otro castigo para lo que había hecho. Mientras la madre Rosa la insultaba y la golpeaba  las lágrimas comenzaron a brotarle y el miedo a las consecuencias apareció como una piedra en su estómago. Fue expulsada del colegio después de ser puesta en evidencia delante de todas las alumnas. Sus padres se sintieron tan avergonzados que a partir de aquel momento su afecto se convirtió en rechazo y en  miradas de reprobación. Hasta Pedro, coautor del pecado, le retiró la palabra y cuando se encontraban por la calle  cambiaba de acera.   Aquel pensamiento de su niñez  de que había algo terriblemente malo dentro de ella volvió a formar parte de su mundo, llenando sus días de una soledad merecida como penitencia. Día tras día se preguntaba a sí misma el porqué. Por qué tenía que ser diferente a los demás. Al cumplir los veinte años cansada de culpas y de  mendigar afecto se fue de casa. Con los años y lejos de allí pudo recuperar  su propia estima y construir su propia vida.  La misma vida que hoy la trae de vuelta.
-Irene cariño, esta monja dice que te conoce.
De pie delante de ella, como si el tiempo no hubiera pasado, como si cincuenta años no fueran nada, se encuentra la madre Rosa. Está muy mayor, pero es imposible no reconocerla. Su mirada sigue igual de dura y fría.
-Hay que tener muy poca vergüenza para volver a entrar en este sitio sagrado despúés de lo que  hiciste Irene. Hay ofensas que no se olvidan nunca, que se deben recordar y que serán juzgadas en su momento. Cristo no perdonará nunca tu falta de decencia.
Irene no da crédito a las palabras de la monja. Después de cincuenta años aquella mujer la sigue juzgando y la lleva al mismo agujero oscuro del que salió hace tanto. Antes de que pueda replicar,  Paco, que conoce toda la historia y que con casi setenta años ya no se calla una, comienza a discutir con la madre Rosa.
-¿Cómo se atreve a hablarle así a mi mujer? ¿Quién se cree usted para juzgar a nadie? Ese Cristo del que habla se avergonzaría de sus palabras... 
Paco continúa recriminándole a la monja, mientras Irene siente toda la rabia e impotencia que sintió de adolescente. No puede hablar, está demasiado sorprendida por lo que está pasando. De pronto Irene mira detenidamente  a la madre Rosa, la mira estupefacta y comienza a llorar. Llora desconsoladamente y se hace el silencio. Irene coje a Paco del brazo y lo obliga a salir de la iglesia. Una vez fuera sigue llorando en sus brazos.
- No sé porqué me has sacado de ahí dentro, esa mujer se merece que le digan unas cuentas verdades Irene, no puede seguir tratándote así. No llores más que no se lo merece.
Entre mocos y balbuceos Irene se separa de Paco y respira profundamente.
- No Paco,  no le digas nada, por favor. Ya está. No lo entiendes, no lloro por mí, lloro por ella. No sé como no me di cuenta antes cariño, yo era tan joven. Esa mujer, pobrecita, mira que cosas tan horribles piensa. Nunca me había dado cuenta, qué soledad tan tremenda,  qué pena, pobre mujer, pobre madre Rosa. 




domingo, 2 de febrero de 2014

LOS CLONES DE PATROCLO

Patroclo se ha clonado tantas  veces que  se siente perdido entre sus siete cuerpos idénticos. Son pocos clones  para un individuo de 32 años, pero él  está soltero y sólo tiene tres trabajos, así que no necesita demasiadas copias para gestionar su vida. Aunque si es sincero consigo mismo, Patroclo sabe que no aceptaría otro trabajo tan sólo por no tener que pasar de nuevo por el proceso de clonación. Por no tener que levantarse una vez más en aquella habitación azul y saludar a un nuevo yo cuya única diferencia es un número de serie tatuado en la nuca. Por no tener que verse a sí mismo una vez más tragando las exigencias de otro jefe obsesionado con la productividad, quizás la copia X de uno de sus jefes actuales. Así que  Patroclo se conforma con lo que los demás llaman una vida clonar mediocre. Al menos sus clones tienen una vida digna mientras otros hacinan sus copias  en una única habitación. Jeno, uno de sus jefes, tiene veinticinco clones, es verdad que tiene 55 años y once empresas, pero eso no justifica el trato que les da. Las once empresas se encuentran en un mismo edificio en cuyo sótano viven sus clones. Jeno argumenta que ellos son felices mientras él sea feliz, pero a Patroclo ésto no le convence. En su casa cada copia tiene un cuarto y llaves del piso. Ellos saben que hay ciertas normas a cumplir, como no establecer ninguna relación con mujeres, sería muy peligroso enterarte de que tu clon ha tenido un  hijo tuyo por ahí, pero respetando las reglas tienen derecho a hacer con su tiempo libre lo que deseen. El problema es que sus copias parecen disfrutar con el trabajo y apenas salen . Cuando Patroclo se cruza consigo mismo en la empresa se sorprende al verse tan motivado, con tanta energía. ¿Sabrán sus clones  que hace años que él odia trabajar? Lo peor es cuando se levanta a la mañana y comprueba que una de sus copias se ha pasado toda la noche terminando un proyecto. Debería sentirse agradecido, pero tanta obediencia le saca de sus casillas. Le revienta ver su propia sumisión multiplicada por siete. Patroclo desea dejarlo todo y marcharse, pero nadie en su grupo de amigos ha dejado jamás un trabajo, así que no se atreve a dejar las tres empresas y tomarse unas vacaciones. Tampoco sabe qué haría con sus clones. Podría irse él y dejarlos a ellos trabajando, pero eso no sería mandarlo todo a la mierda  que es lo que realmente Patroclo desea. Dejarlo todo y empezar a vivir una vida auténtica.

Pasan los días, las  semanas, los meses y Patroclo  continúa con  su aburrida rutina de productividad laboral. Un lunes su jefe se fija en sus ojeras y  y le recomienda una nueva clonación. Patroclo  lo mira hastiado y de su boca sale: "mañana tendrás mi dimisión sobre  tu mesa".  Por fin se  ha decidido. 
Echa la tarde redactando tres cartas de dimisión, una por cada empresa. Lo único que le queda ahora es esperar a sus clones  y decidir qué hará con ellos. 
A las diez de la noche llega su último yo. Los reúne a todos en el salón y les informa de que ya no tienen trabajo. Los clones lo miran incrédulos. 
-No puedes hacer eso,  - dice uno de los clones.  Patroclo lo mira desconcertado.
- ¿A qué te refieres?
- A tomar tus propias decisiones. 
Patroclo lo  observa detenidamente y se levanta para comprobar su número de serie  en la nuca. Un sudor frío recorre su espalda al ver que el número ha desaparecido. 
- ¿Qué ha pasado con tu número? 
- Ya lo sabes Patroclo, el original no lleva número.






domingo, 12 de enero de 2014

LA CUEVA DE QUC

Los ojos de Quc están tan acostumbrados a la oscuridad que puede moverse dentro de su cueva sin necesidad de encender un fuego. Quc intenta salir  lo menos posible; en el exterior acecha el peligro. No sólo por la cantidad de animales salvajes, (Quc es diestro con la lanza), sino por los humanos. Un par de comunidades humanas habita el valle donde acaba la montaña en la que está su cueva. Quc las observa  de lejos cuando sale a cazar, pero se cuida de que ellos desconozcan su existencia. El único ser humano con el que  Quc ha tenido contacto ha sido Ledan, su padre. Éste  previno  a Quc  sobre la naturaleza humana y su crueldad. Le enseñó a   sobrevivir dentro de una comunidad por si algún día se veía obligado a ello.  Primero, anular  la propia esencia para no llamar la atención; después,  anticiparse a la traición y  a la mentira para no ser engañado;  y por último,  aliarse con los más fuertes.  Sin embargo, siempre existe la posibilidad de vivir solo en completa libertad, y este es el regalo que Ledan le hizo a su hijo. Quc puede vivir siendo él mismo, a su ritmo, sin necesidad de estrategias y protegido de la maldad humana. 

Quc recuerda la triste historia de su padre. Ledan fue un hombre sabio, un sanador en su comunidad, y aun así lo hirieron. Durante años salvó  la vida de muchas personas, las mismas que tiempo  después   lo repudiaron  y condenaron  al exilio. Ledan fue acusado de matar a Gladis,  uno de los hombres más poderosos de su comunidad. Las explicaciones y razones que esgrimió sobre la inutilidad del tratamiento para la enfermedad de Gladis no fueron  escuchadas. Ni siquiera Gea, esposa de Ledan, creyó  en su palabra. Al llegar a esta parte de la historia los ojos de su padre se llenaban de lágrimas.


Ledan  fue condenado al exilio. Quc, que tenía dos meses por aquel entonces, siguiendo la tradición de las comunidades  en las que las  madres educan a las hijas y los padres a los hijos, se quedó con su padre. Ledan dejó atrás su vida entre los humanos y  caminó varias estaciones con Quc a sus espaldas hasta encontrar aquella cueva.  Desde entonces esta ha sido el hogar de Quc. Ledan enseñó a su hijo a cazar para alimentarse, pero la mayor parte del tiempo estaban protegidos dentro de la cueva. Durante el día Ledan transmitía a Quc toda su sabiduría sobre sanación para que no dependiese de nadie. Por la noche,a la luz del fuego,  le narraba historias humanas donde desgranaba las múltiples formas en que las personas se dañan entre ellas.



Hace tres inviernos Quc y su padre seguían las huellas de un jabalí, cuando  un puma se abalanzó sobre Ledan y mordió su cuello. Quc clavó su lanza en la espalda del animal y atravesó su corazón, pero ya era tarde. Cuando apartó al puma muerto la sangre manaba como un río del cuello de su padre. Quc puso su mano allí en un intento de taponar la herida, pero los ojos de Ledan se fueron apagando hasta que su corazón dejó de latir. Quc experimentó una soledad profunda y pesada. A pesar de dolor que sentía, cargó con el cuerpo inerte de Ledan hasta donde nadie pudiese ver el fuego de su despedida. Mientras quemaba el cuerpo de su padre Quc sintió un frío afilado  colándose en sus huesos. Esperó dos días y enterró las cenizas junto a las raíces de un árbol como manda la tradición. Tras esto, volvió a la cueva para seguir viviendo en plena libertad tal y como Ledan le había enseñado.


Han pasado dos años y el recuerdo de Ledan sigue vivo en el corazón de Quc. El padre habita ahora en el mundo de los espíritus, pero el hijo charla con él en las noches en las que la soledad se hace más pesada. Quc tiene 13 años.  Este año la primavera ha llegado pronto. Quc recoge bayas y frutos y los mete en su piel de conejo. De pronto avista un ciervo y se queda quieto, respirando profundamente mientras agarra fuerte su lanza y apunta con la mirada.
- Yo lo vi antes, niño cazador- susurra una voz, lo suficientemente alto para que el ciervo intuya  el peligro y salga del cerco bosque adentro.
El miedo deja a Quc paralizado. Ni siquiera ha oído a alguien acercarse. Se vuelve lentamente a mirar a su espalda.  Una chica, algo más alta que él, está a su lado. Viste con cuero,  trabajado a la manera de las comunidades. Quc sigue paralizado de terror. Nadie debe saber de su existencia. ¿Cómo ha llegado esa chica ahí? ¿Cómo ha podido él dejarse ver tan fácilmente?
- ¿No hablas mi lengua, niño cazador?- la niña se acerca a Quc y este, asustado retrocede,  tropieza y acaba en el suelo.
- Vaya, ¿ de qué tienes miedo, niño?- Quc comienza a pensar en todas las historias humanas que Ledan  le contó y un pensamiento aparece en su cabeza: "No la escuches, te engañará". Decidido, se levanta y sale corriendo. Para  llegar a su cueva recorre varios caminos dejando pistas falsas. Al llegar,  entra a lo más profundo y se echa sobre su jergón de pieles en posición fetal. El corazón le late desbocado y un sudor frío recorre su espalda. Poco a poco va calmándose y antes del anochecer  se queda dormido.

Amanece y un rayo dorado alumbra la entrada de la cueva. Quc abre los ojos y lo ocurrido el día anterior viene a su cabeza. Desconfiado, coge su lanza y se asoma  fuera. Nadie. No hay nadie. A lo lejos observa los humos de las comunidades y esa lejanía le devuelve la confianza. No volverá a cazar al bosque del oeste. Las comunidades están demasiado cerca.

Durante semanas Quc se limita a cazar cerca de su cueva. Encuentra conejos, ardillas, ratones... No necesita animales más grandes. Poco a poco el recuerdo de aquella chica va diluyéndose en su memoria y vuelve a sentirse completamente solo y libre. Un día Quc está volviendo de cazar cuando ve a una liebre blanca en la entrada de la cueva. La liebre está apoyada sobre sus patas traseras y mira curiosona hacia dentro. "La comida viene a casa", piensa Quc divertido mientras agarra su cuchillo y se lo lanza. Como si lo hubiera oído un segundo antes, la liebre se aparta rápido y sale corriendo. Quc recoge su cuchillo y corre tras la liebre monte abajo. La liebre vuela despavorida huyéndole a la muerte. Quc , que no ceja en su empeño de cazarla, entra sin darse cuenta en el bosque del oeste. La liebre es lista y con dos saltos desaparece de la vista de su depredador. Quc se detiene jadeante  intentado ubicar a su presa, pero la ha perdido. Maldice su despiste al verse rodeado de árboles y comienza a andar de vuelta a la cueva. Justo en la linde del bosque la escucha. Es una voz humana pidiendo ayuda. Una voz femenina. "Maldita sea, Quc, vamos, sal de aquí" se dice a sí mismo, pero no se mueve. Mira hacia atrás y camina muerto e miedo hacia el origen de la voz. Apoyada en las enormes raíces de un roble se encuentra a  la misma chica  de aquel día. Está  medio tumbada, le cuesta respirar y un  hueso le asoma fuera de una herida en su pierna derecha. Quc la mira y hace un diagnóstico rápido: fractura limpia  del peroné. No se acerca. El terror a los humanos lo paraliza.
- Niño cazador... busca a alguien- dice la chica con las pocas fuerzas que le quedan antes de desmayarse de dolor.

Quc despierta de su parálisis y comienza a pensar rápidamente. Si la deja allí al cabo de los días morirá. Descarta la idea de llevarla a la comunidad, demasiado peligroso para él. Maldita sea, maldita liebre escurridiza, yo no tenía que haber visto esto. Entre lamento y lamento una parte de él comienza a buscar un tronco para inmovilizarle la pierna. Encuentra uno de la medida de la pierna de la chica y lo parte transversalmente  por la mitad. Lo coloca debajo de la pierna y lo fija con cordones de cuero a modo de férula.  Quc la agarra y con cuidado se la echa al hombro, la chica sigue desmayada.  Mientras carga con el cuerpo de la chica decide que si no le habla no habrá peligro. Al llegar a su cueva la deposita en su jergón y sale a buscar las plantas que necesitará para curarla. Clavo, para anestesiarla, kava kava como somnífero, árbol de té para la herida y por último  nueces y semillas que ayudarán a soldar el hueso. Tendrá que volver a entablillarle la pierna más adecuadamente. 

Han pasado cuatro días desde que encontró a la chica. La pierna está entablillada y la recuperación está en curso. Gracias al kava kava la chica duerme todo el día. Quc aviva el fuego cuando la oye gimotear. Se acerca a ella con cuidado, agarra el brebaje y se lo da para que siga durmiendo.
-No, no... - la chica  aparta la medicina e intenta incorporar medio cuerpo. Quc, asustado,  se aleja de ella. 
- ¿Dónde estoy ? Vaya, no puedes entenderme. Maldita Gaia, qué mala suerte. Me has salvado la vida, niño cazador. Soy Runa.- Quc se queda quieto mirándola espantado. Todo su sistema de vida está en peligro. Malditos humanos. Quc se da la vuelta y decide ignorarla mientras despelleja  una liebre junto al fuego.
- ¿De qué tienes miedo, niño?- Runa se siente mareada, así que decide beberse el brebaje. Poco a poco vuelve a tumbarse y se queda dormida. Quc oye la respiración pausada de la chica y se relaja. De nuevo dormida, de nuevo inofensiva. Quc se acerca  y la observa. Debajo de las pieles ve moverse su pecho. Runa, se llama Runa. Quc observa sus manos, su rostro, el pelo anaranjado como el fuego... Quc siente frío en la espalda y se da cuenta que  que el fuego hace tiempo que es solo brasas. ¿Cuánto tiempo lleva mirándola?

Rayos de sol entran en la cueva y Quc abre los ojos. Runa está avivando el fuego. Se arrastra con la pierna entablillada  y se acerca  a él con algo entre las manos.
- Come, niño. Come.
Quc se da la vuelta y  finge seguir durmiendo. Pasan las horas y hasta que no la siente respirar dormida no se levanta.

Quc vuelve de cazar con una liebre y dos ardillas. A medida que entra en la profundidad de su cueva comienza a oír un canto.   La chica canta frente del fuego. Su voz parece acompañar el crepitar de las llamas. Parece como si su voz saliese de la profundidad de la tierra. Quc sigue andando hipnotizado y se queda parado junto al fuego, frente a Runa. Ella no parece percibir su presencia. Las llamas bailan en sus ojos mientras su mirada las atraviesa y su voz penetra en cada resquicio de la cueva. Quc comienza a sentir sus mejillas húmedas sin poder evitar las lágrimas que brotan de sus ojos. "Malditos humanos", se lamenta, sin poder apartar su mirada de Runa.

Han pasado dos lunas llenas desde que Runa llegó a la cueva. Quc sabe que su pierna está casi curada. La chica anda  apoyada en un palo. Dentro de poco podrá volver a su comunidad. Quc afila su lanza mientras Runa despelleja un conejo.
- Niño, ya no soy una carga. Cuando la luna comience a crecer volveré con los míos- Runa lo mira y sonríe. Está acostumbrada al silencio de Quc,  sabe que él ya no la teme. Quc asiente y continúa afilando su lanza.

El frío despierta a Quc. Se levanta para avivar el fuego en mitad de la noche. Al mirar al rincón de Runa ve que la chica ha desaparecido. El corazón se le acelera y la busca fuera de la cueva. El sol comienza a aparecer y Quc se da cuenta de que Runa ha vuelto con los suyos. Sintiéndose un  tonto vuelve adentro. Se mete entre sus pieles, pero el frío le atenaza el cuerpo. El mismo frío, la misma soledad que el día que murió Ledan. 

Ledan...

Quc se da cuenta de que hace muchas noches que no habla con él.

Han pasado cuatro noches desde que Runa volvió con los suyos. Quc ha sopesado mucho su decisión. En su petate lleva lo imprescindible y en su mano derecha su lanza. Mira las paredes de su cueva por última vez. 
- Perdóname, padre.
Quc sale de la cueva y mira hacia el valle. Piensa en las lecciones de Ledan para vivir entre humanos. Estrategias y más estrategias para prevenir el dolor. De pronto vuelve a escuchar en su cabeza la  voz de la chica y la melodía de su canción. Todas las lecciones se desvanecen y con el recuerdo de Runa cantando Quc camina hacia al valle para vivir entre los suyos.