Se acerca la tormenta. Carla se despierta al oír el cielo tronar como si se partiera en dos. La lluvia golpea su ventana y Carla aprieta las sábanas. Desde pequeña ha vivido las tormentas aterrada, o bien escondida debajo de su cama o abrazada en la cama de sus padres. Hoy un rayo ilumina la habitación y Carla tiembla con todo su cuerpo de 32 años y se tira bajo la cama. Se tapa los oídos con cada trueno pero no es suficiente, los oye acercarse hacia su ático. Tensa el cuerpo, pero el tembleque continúa. Mierda Carla, tienes 32 años, ¿te parece normal ponerse así por una maldita tormenta? No es la tormenta, es que desde que Nico se marchó estoy muy vulnerable. Lo que quieras, pero deja de temblar, contrólate maldita sea. Carla intenta anular su miedo, pero se le cuela entre las articulaciones y las hace bailar a su propio ritmo. Si Nico estuviera aquí me abrazaría, se reiría de mí y yo no me avergonzaría tanto por parecer una cría. Patética, desde que se fue he vuelto a mi versión más patética. No, basta Carla, no te engañes. Con él aquí también te asustaba la tormenta, pero lo disimulabas acurrucándote en las sábanas como si fuera frío. Un rayo ilumina la habitación y un gemido irrumpe en su garganta. El gemido se hace grave y entrecortado por los temblores. Carla intenta controlarse, pero otro rayo echa a perder sus intentos. La rabia y la impotencia suben desde su estómago y suelta un alarido tan profundo que tapa la tormenta, al menos en sus oídos. De su garganta empiezan a salir gritos que golpean las ventanas. Carla siente que su cuerpo tiembla menos, así que sigue gritando como loca. Sale de debajo de la cama y le grita a los cristales que la separan del patio. ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! El llanto amenaza su garganta, pero Carla lo frena con un alarido aún más potente. Abre las ventanas y sale al patio. Ahora sus gritos se escapan al cielo y golpean los truenos. La tormenta cae atronadora sobre el ático. La fuerte lluvia agua las macetas y deja un río de barro alrededor de las hamacas. Carla guarda un momento de silencio, ¿cómo he llegado hasta aquí? Empapada mira, casi en hipnosis, el cielo encenderse con cada rayo. Los truenos retumban en su estómago haciéndola vibrar. Sin que pueda controlarlo sus brazos se abren y la tormenta entra en su pecho desgarrando sus temores.
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