Es difícil
para Martina caminar dormida, por eso sus piernas están llenas de
cardenales. Es difícil para Martina irse a la cama cada noche y
prometerle a sus padres que no soñará. Es difícil para Martina
ser una sonámbula en una casa llena de muebles, pero así es la
vida. Su papá ha forrado cada esquina con esponjas, pero sus
rodillas se las ingenian para buscar nuevos rincones puntiguados e
inexplorados. Su mamá le da cada noche su homeopatía, pero el
cuerpo de Martina se resiste y cada noche sale a caminar. ¿Qué te
soñaste anoche que dejaste la cocina patas arriba Martina?, le
pregunta su madre desesperada. Un día es la cocina, otro día es el baño
y otro es el salón, pero Martina siempre responde lo mismo: pues eso
mismo Mamá, soñando. Lo que Martina no cuenta, lo que Martina no
dice, lo que Martina esconde, es dónde va Martina dormida cuando
sueña. Martina dormida es Laura despierta. Laura tiene su misma
edad, pero vive en un piso de Buenos Aires, muy lejos del suyo que
está Madrid. Laura es traviesa y de vez en cuando desobedece a sus
padres y roba comida del frigorífico. Laura tiene un perro que se
llama Tubo y un gato que se llamo Sandro. La mamá de Laura se queja de que todo
está lleno de pelos. Laura toca el piano y lee comics de Mafalda. A
Laura la visita un terapeuta tres días en semana, pero aún así camina
dormida. Laura dormida es Martina despierta. Si Laura o Martina
decidieran con que familia quedarse sus piernas se limpiarían de
moratones, pero una parte del corazón que comparten se agrietaría.
Por eso Martina y Laura se duermen cada noche y le prestan su
cuerpo a la otra, a pesar del alto riesgo de recuperarlo amoratado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario