viernes, 5 de julio de 2013

María Elena Walsh

En la estela de tu voz acuno mi pena.
Mis lágrimas deshacen nudos
mientras tu canto despierta a los mortales.
Sí, oíd mortales.
Sentada en este pasto los bichitos de mi infancia
me rodean tranquilos.
Un instante me separa del ayer, 
aunque mis canas como un velo de novia,
cubren mi rostro arrugado.
La luz de este mediodía es inmensa para mis ojos cansados,
pero tu recuerdo me permite entrecerrarlos
sin miedo a caer en mi propia oscuridad.


María, Manuela, Manuelita...
Qué gozo mi vida junto a ti.
Qué gozo tu cantar en mi almohada,
tu mano caliente en mi alma.
El mundo que reinventaste para ti es ahora el mar donde camino.
Cascadas de flores y árboles milenarios rodean mi casa.
Nuestra casita... donde tu aroma persiste
y donde oigo tus pasos amorosos cuando el sol se esconde.


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