domingo, 14 de julio de 2013

COGE MI OREJA

El lugar desde donde te hablo es esponjoso, por eso mi voz te llega rara. Alrededor de mi cuerpo una tela gomosa cubre mi piel y mis pies se balancean en una nada que flota. Antes de que pienses que has perdido la cabeza, pon tu mano en el corazón y escucha el doble latido, el tuyo y el mío. Soy tu madre en el vientre de otra mujer. Sé que aún lloras mi muerte y que   tu mente chilla a oscuras. Sé que tu día a día es una densidad nubosa de la que eres esclavo. Respira profundo para que mis palabras lleguen a tu estómago y no se queden inertes entre tus cejas. Eso es hijo mío, así. Así. Tomás , necesito que abras tu corazón a la vida para poder abrirlo a mi muerte. Sé cuanto me querías y cómo mi pérdida lo ha puesto todo patas arriba. De pequeño necesitabas mi oreja en tu mano antes de dormir para sentirte seguro en la oscuridad de tus ojos cerrados. Sé que ahora no duermes y que tus noches son largas y espesas. Sé que buscas a tu lado personas desilusionadas que reafirmen el sentido trágico de tu existencia. Pero, escucha hijo, escucha las palabras de tu madre. Eres idiota. Cállate, sí, idiota. No era mi oreja en tu mano lo que te protegía y te permitía entrar en tu sueño. Era tu corazón abierto dejando que el sueño lo traspasara. Mi pérdida es un excusa infalible para aislarte en tu abandono, tiznarlo con miedo y escupir al aire. Pero necesito que te abras. Mi alma busca un camino nuevo, no puedo avanzar si tiras de mí con el cable de tu ceguera. Lo que compartimos fue un regalo que no acaba nunca. Es para siempre hijo. Tu existencia le dio la oportunidad a mi corazón de abrirse a la brisa que levanta las hojas. Mi oreja en tu mano te mostró que el sueño no se escapa. Tomás basta. Basta. El día que me fui había tormenta en aquella habitación. Tu mujer y tú no hablabais, pero el silencio palpitaba en tus sienes con cada palabra no dicha. Qué paciencia tiene Clara contigo, sí Tomás, qué paciencia. Hijo mío, mi amor, ¿cómo va Clara a borrar tu miedo? Pobre Clara abnegada que aprendió a intuir tu deseo antes de que surgiera. Si no le abres tu alma y tu pena...la condenarás a la misma soledad que tanto te asusta. Por Dios Tomás abraza a esa mujer. El día que partí os di la oportunidad de reencontraros. Cuando salí de mi cuerpo entendí tu dolor, porque era el mío. Tomás, desde la placenta de esta mujer que me sostiene te digo que la vida no sólo es dolor.  La vida también es gozo, es risa, fue tenerte dentro mío y creer en la magia, es descubrir hoy Tomás, mi niño,  que mi oreja en tu mano es para siempre. Siéntela ahora entre tus dedos y deja que el mundo entre en tu pecho. Deja que la brisa que me regalaste te despeine a ti también. Siente mi oreja en tu mano y acaricia con ella a Clara. Dale tu oreja Tomás, dale tu oreja que es la mía, y así podré coger la oreja de esta mujer que ahora me alimenta. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario