El lugar desde donde te hablo es esponjoso, por eso mi voz te llega rara.
Alrededor
de mi cuerpo una tela gomosa cubre mi piel y mis pies se balancean en
una nada que flota. Antes de que pienses que has perdido la cabeza,
pon tu mano en el corazón y escucha el doble latido, el tuyo y el
mío. Soy tu madre en el vientre de otra mujer. Sé que aún lloras
mi muerte y que tu mente chilla a oscuras. Sé que tu día a día es una
densidad nubosa de la que eres esclavo. Respira profundo para que mis
palabras lleguen a tu estómago y no se queden inertes entre tus
cejas. Eso es hijo mío, así. Así. Tomás , necesito que
abras tu corazón a la vida para poder abrirlo a mi muerte. Sé
cuanto me querías y cómo mi pérdida lo ha puesto todo patas
arriba. De pequeño necesitabas mi oreja en tu mano antes de dormir
para sentirte seguro en la oscuridad de tus ojos cerrados. Sé que
ahora no duermes y que tus noches son largas y espesas. Sé que
buscas a tu lado personas desilusionadas que reafirmen el sentido
trágico de tu existencia. Pero, escucha hijo, escucha las palabras
de tu madre. Eres idiota. Cállate, sí, idiota. No era mi oreja en
tu mano lo que te protegía y te permitía entrar en tu sueño. Era
tu corazón abierto dejando que el sueño lo traspasara. Mi pérdida
es un excusa infalible para aislarte en tu
abandono, tiznarlo con miedo y escupir al aire. Pero necesito que te
abras. Mi alma busca un camino nuevo, no puedo avanzar si tiras de mí
con el cable de tu ceguera. Lo que compartimos fue un regalo que no
acaba nunca. Es para siempre hijo. Tu existencia le dio la
oportunidad a mi corazón de abrirse a la brisa que levanta las
hojas. Mi oreja en tu mano te mostró que el sueño no se escapa.
Tomás basta. Basta. El día que me fui había tormenta en aquella
habitación. Tu mujer y tú no hablabais, pero el silencio palpitaba
en tus sienes con cada palabra no dicha. Qué paciencia tiene Clara contigo, sí Tomás, qué paciencia. Hijo mío,
mi amor, ¿cómo va Clara a borrar tu miedo? Pobre Clara abnegada que
aprendió a intuir tu deseo antes de que surgiera. Si no le abres tu
alma y tu pena...la condenarás a la misma soledad que tanto te
asusta. Por Dios Tomás abraza a esa mujer. El día que partí os di
la oportunidad de reencontraros. Cuando salí de mi cuerpo
entendí tu dolor, porque era el mío. Tomás, desde la placenta de
esta mujer que me sostiene te digo que la vida no sólo es dolor. La vida también es gozo, es risa, fue tenerte dentro mío y creer en la magia, es descubrir hoy Tomás, mi niño, que mi oreja en tu mano es para siempre. Siéntela ahora entre
tus dedos y deja que el mundo entre en tu pecho. Deja que la brisa
que me regalaste te despeine a ti también. Siente mi oreja en tu mano y acaricia con ella a Clara. Dale tu oreja Tomás, dale tu oreja que es la mía, y
así podré coger la oreja de esta mujer que ahora me alimenta.
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