miércoles, 20 de marzo de 2013

UN VIEJO COMUNISTA

Sebastián mira por la ventana. Pero no ve las calles. No ve los coches. No ve el parque. Se ve  a sí mismo hace cuarenta años. Soñador…arrogante. Hace tiempo que asumió las lecciones. Su propia ingenuidad. Su ceguera. Nunca más. Ha sido suficiente para una sola vida.  En días como hoy la cabeza se le pone en pie de guerra. Le repite recuerdos para intentar comprender. Algún hueco por donde huir a la decepción. Se ve a sí mismo en aquellas charlas que duraban toda la noche. Fumando como lo hacían los demás. Gritando, riendo…con la razón en la boca y un pitillo en la mano. Su capacidad de espanto intacta.  Tantos amigos. Cada uno ha resuelto como ha podido. La vida. Agradece su piel arrugada, su cuerpo cansado. Pero en días como hoy su mente está en el pasado. Reviviendo una y otra vez los mismos errores. Se ve saliendo de casa con aquella mochila de cuero gastada. Su madre en la puerta. Llorando. Él hacia delante. El último ladrillo de un muro enorme. Detrás el  miedo a la muerte. Recuerda el momento exacto de su niñez  en que la idea del fin apareció.  Muchos muertos en su pueblo, pero aquel era su amigo. Le dejaba comer alguna fruta mientras su madre compraba. Coge unas cerezas Sebastián. Muerde una manzana muchacho.  La mañana del entierro la vida era aún dulce. Luego se zafó del brazo de su madre para mirar dentro de la caja. Aquel que fue su amigo estaba quieto,  blanco, perdido.  Sólo fueron tres segundos, pero terminaron con su infancia. Llegó a  comprender que aquel miedo no venía de fuera. Estaba dentro. El peligro inherente en la propia vida. Era como una piedra en el estómago. Como unas gafas  que ofrecían una nueva visión oscura del mundo. Descubrir la vulnerabilidad en  su madre lo más insoportable. Siempre había estado allí, pero sólo ahora la veía.  La adolescencia llegó cargada de ideas nuevas. De amigos, de charlas. Aquellos ideales  lo alejaba del miedo de su niñez. Hasta que el muro estuvo listo y pudo empezar otra vida. Adiós mamá. Prefiero dejarte a perderte. Todo lo que  vino después tan brillante. Y sin embargo es lo que duele. Sus decisiones caen a  plomo sobre sus hombros. El muro se resquebraja y vuelve a sentir el miedo a la muerte. Exactamente con la misma intensidad. Inexorable. En aquellos años de peligro real jamás pensó: podría morir. Tan claro su objetivo que no cabía la confusión, ni estorbaba la  duda. El cuerpo al servicio de la acción clara y directa. La lengua  poniendo puntos finales a sus grandes ideas. El mundo de su parte y el enemigo en rótulo luminoso.  Todo tenía la dosis justa de satisfacción. Después de una misión  beber una cerveza algo extraordinario. Los hechos cotidianos llenos de matices. Ahora ya no hay rótulos. Sólo una  neblina constante. Pero hay algo que es mejor. Ya no se siente responsable del mundo que ve a través de la ventana. Ya ha dado bastante, que luchen otros. Se pregunta en qué momento exacto todo empezó a tambalearse. Su seguridad, la de sus compañeros.  Quizás con la primera decepción. Buscó la solución en sus libros y no encontró nada. La semilla de la duda plantándose en su cabeza. Frases hechas sobre la coherencia saltando de su boca a la oreja del primero que quisiera escucharlo. Cada cual reaccionando a su manera, después de años reaccionando en manada. Manada unida, manda segura, manada justa. El caos llamando a la puerta. Cada nueva misión más compleja. Y el mundo yendo solo hacia su destino. Los hechos sucediéndose extraños. Ajenos a ellos. Él luchando por ese mundo que ahora se mostraba indiferente. Hubiera dado lo mismo. La primera vez que tuvo este pensamiento se le heló la sangre. Hubiera dado lo mismo. Luchar o no, habría dado lo mismo. Después de tanta lucha, quizás las cosas tenían su propio camino. Al sentir que toda su vida había sido apretar lo inabarcable quiso rebobinar y volver a decidir.  Y sin embargo una parte de sí, soñó con un mundo mejor. Pero la decepción  lo llenó todo, enmarañando sus razones. Hoy mira la ventana y no ve. Quizás mañana le traiga el  olvido y  pueda ver las calles, los coches, el parque.

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