1. No
hay que pensar mucho
Me llamo Germán y hoy he
tenido mi primer día en un cole nuevo. Era la primera vez que veía una profe de
francés. Hablaba raro. Pero y sin embargo bonito. Me he puesto a pensar en cómo
sería por dentro. Me refiero a por
dentro anatómicamente. El abuelo es
médico y tiene en casa libros anatómicos.
Ahora miro a la gente y la veo por dentro. La profe, que se llama Sabine, ha pasado por delante de mi pupitre. Yo he
alargado mi mano y la he tocado con el boli. Luego he apretado. Creo que era su
muslo lo que quedaba a mi altura. Llevaba toda la clase pensando si sería
blanda o dura. Pero no es ni dura ni blanda. Es como el cojín del sillón del
abuelo. La profe se ha parado y me ha mirado sorprendida. Yo he puesto mi cara
sonrisa y me he sentido diferente a los demás. Luego la profe ha seguido
andando y hablando en francés muy bonito. Yo he guardado el boli y he recordado
que debo dejar de pensar a tiempo para no hacer cosas raras.
Nota importante: aunque se
escribe Sabine se dice Sabín, ¿vale?
2. No
hay que hablar demasiado
Hoy en el patio jugaba con la
arena. Odio la arena, pero la cogía y sonreía y reía y hacía ver que estaba muy
divertido. Es una estrategia para hacer amigos. El recreo sólo dura treinta
minutos, así que cuando quedaban diez he tenido que cambiar de plan. Ya no
podía seguir fingiendo que la arena es guay. He observado a los otros niños y
medido mis posibilidades como me enseña
el abuelo. He visto a un niño que se
comía un moco y me ha sonado la alarma. Esto significa que he visto una
posibilidad. Soy tremendamente intentivo. Me he acercado a él, sonriendo para
no espantarlo con mi cara rarita y le he dicho: cuando se me
queda el moco pegado al dedo y no veo la manera de sacármelo de encima me lo
como y asunto resuelto. Me ha mirado serio y se ha ido. Quizás he hablado
mucho. Mañana traeré una pelota e intentaré hacer algún contacto con ella,
pero sin palabras.
Nota importante: no soy feo.
Mi cara rarita es porque paso mucho tiempo solo y se me olvida gesticular como
los demás.
3. Cuando
mamá está triste yo no
He llegado a casa y el abuelo
me había hecho mi comida favorita. Garbanzos. A muchos niños hay que
obligarles a comer garbanzos. A mí no. Es
genial porque están ricos y son fuente de hierro y otras muchas cosas
saludables. Tengo suerte de no ser adicto a las chuches que llevan mucho azúcar
y petróleo. Cuando vamos al cine el abuelo me prepara un táper con garbanzos y
yo me divierto mientras aumento mi salubridad. También me gustan los libros de
anatomía y fisiología. Cuando leo me río y aprendo a partes iguales. El abuelo ha aprobado mi plan de la pelota para el
día siguiente. Mamá ha llegado a casa a las ocho. Se la veía cansada. Ha dicho
qué cansada estoy, así que mi
observación ha sido acertadísima. He ido a abrazarla y estaba blandita.
Blandita y triste. Soy tremendamente intentivo.
Esto ya lo había dicho, ¿no? Me
ha preguntado si había hecho algún amigo mi primer día de cole y yo he puesto
mi cara sonrisa y he afirmado con mi cabeza. Entonces se ha puesto un
poquito más consistente. Yo no he quitado mi cara sonrisa hasta que me he ido a
mi cuarto. Antes de dormir he pensado que mañana en vez de pelota voy a llevar
mi libro de anatomía. Así si hago un amigo no tendré que fingir que me
divierten los deportes.
4. Un
buen plan siempre funciona
A la hora del recreo he cogido
mi libro de anatomía y he salido al patio. Me he sentado en un bordillo y me he
puesto a leer. Estaba tan concentrado que se me ha olvidado el objetivo:
conseguir un amigo. Así que me he llamado la atención a mí mismo y he buscado
un sitio estratégico para colocarme. He visto grupos de dos, de tres y de más
niños por el patio. He elegido a un grupo de ocho para aumentar mis
probabilidades de éxito. Me he acercado a ellos y me he sentado en el suelo. Al
rato he escuchado un grito y luego piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. He
abierto los ojos y he visto la cara del abuelo. Ha venido a recogerme al cole
porque dicen que me he quedado inconsistente de un balonazo. Al
salir del cole un niño se ha acercado y me ha preguntado si me dolía. Yo he
puesto mi cara sonrisa y le he dicho: me llamo Germán. Objetivo del día
cumplido.
5. Las
fotos no son ni buenas ni malas
Llevo días planeando un plan y hoy lo he llevado a cabo. He cogido
la caja de lata que hay en el salón. Está llena de fotos. Son los testigos del
paso del tiempo dice el abuelo. Y es verdad porque él sale en muchas y no
parece él. Cuando yo tenga su edad no pareceré yo. Para mis nietos, para mí
mismo sí, porque yo cierro los ojos y me siento. Aunque fuese un señor calvo
sentiría que soy yo. He elegido las
fotos donde sale papá. He cogido una olla y con alcohol y una cerilla he hecho
desaparecer a mi padre. Bueno él ya desapareció, porque murió cuando yo era muy
pequeño, pero ahora no hay testigos de su existencia. El plan iba muy bien
hasta que el abuelo ha olido el humo. Justo en ese momento mamá ha entrado en
casa diciendo: ¡¿Qué humo?! Corriendo he echado agua dentro de la olla y entonces
el humo era ya incontentable. Mamá y el abuelo han entrado en la cocina. Me he
tenido que recordar que lo hacía para que mamá no estuviera más triste. El
abuelo dice que lo que importa es
la intención. Así que he puesto mi cara
sonrisa y les he dicho: me ha nacido desde el corazón. Mamá se ha echado a
llorar y ha subido a su cuarto. El abuelo me ha abrazado. Aunque me ha sentado
bien le he dicho que abrace a mamá que lo necesita más que yo.
6. Las
frustraciones son muy importantes
Los fines de semana son
alegres. Mamá no trabaja y vamos con el abuelo a un parque que hay tres calles
más abajo. Es un parque muy bonito por el día y muy peligroso por la noche. Por
eso vamos por el día. Yo llevo mis libros, el abuelo su radio y mamá su
tristeza. Si hace sol mamá cierra los
ojos y ahí parece contenta. Yo le digo que es un bellezón y ella me abraza
fuerte. Este sábado había otra familia a nuestro lado. Eran un padre, una
madre, dos niños y un perro. El perro era muy
feo. Parecía que tenía un sartenazo en la cara. Mientras leía como los músculos del cuello y los hombros no sólo soportan el peso de la cabeza,
sino que además deben realizar una gran variedad de movimientos finos y
precisos que nos permiten girar la cabeza en múltiples direcciones, asentir,
negar, etc… las risas de los niños me han desconcentrado. Al mirarlos me ha
saltado la alarma. Mamá necesita un perro. A
poder ser sin cara de sartenazo. Cuando hemos vuelto a casa he puesto la
cara capricho y he dicho que sin un perro no podría seguir viviendo. Mamá ha
suspirado y ha subido a su cuarto. El
abuelo me ha dicho que él quiso ser cantante. Que es una de las muchas
frustraciones de su vida, y que por eso es muy hombre, o algo así. Yo no le he
dicho que lo hacía por mamá, y que los perros sólo me interesan como objeto de
estudio anatómico. Tampoco que es el no poder alegrar a mamá lo que me frustra.
Si todo sigue así seré un gran hombre. Por la tarde me he centrado en los
músculos de la espalda.
7. ¿Qué
hay cuando no hay recuerdos?
Yo tenía tres años cuando mi
padre murió. Mamá me ha contado el día que papá me llevó al zoo. Me ha contado
el día que derramó el puré sobre mi cabeza. El día que se durmió agarrado a los
barrotes de mi cuna. Cuando me puso los zapatos al revés, me agarro en la
escalera antes de que cayera, le vomité
en la corbata, me cambió de pañal y le meé la cara, dije papá por primera vez,
me puse sus gafas y el rió, me llevó a mi habitación castigado por romper mi
tren de juguete, me enseñó a patalear en la piscina, puso salsa y bailó conmigo encima, me gritó y yo le dije a mamá
vas… Mamá es feliz dándome detalles. Yo asiento con mi cara flashback. Pero y sin embargo no recuerdo
nada. Pero eso pasó, pasó de verdad. Y por lo visto yo estaba allí. Pero no lo recuerdo. Mamá me
muestra fotos y yo estoy en ellas con mi padre. Él sonríe y yo tengo cara despiste. ¿Será por eso que no me
acuerdo de nada? Si hubiese sabido que mi padre iba a morir habría estado más
atento.
8. La
vida es sorpresiva.
Pensé que había hecho un
amigo. Pero y sin embargo ha sido una
amistad muy inconstante. Sólo ha durado tres días. Yo he puesto todo de mi
parte, pero no teníamos nada en común. Lo mejor ha sido que cada uno siga su
camino. Él jugando al fútbol con los otros niños y yo en el bordillo con mi
libro de anatomía. Hoy, mientras leía sobre los huesos carpianos, una niña me ha pedido un clínex. Yo siempre
llevo clínex usados en mis bolsillos porque tengo tendencia a moquear. Eso es
porque soy alérgico al polen, a los ácaros, a los gatos, a la penicilina y a la
lactosa. Aunque si tomo lactosa no moqueo, sólo vomito. Le he dado mi clínex
menos usado. Me ha dicho: me llamo Bea y
soy alérgica a la primavera. Yo la he tenido que corregir. Eres alérgica al
polen de los pastos, árboles, yerbas y malezas
que se manifiesta durante la primavera, le he dicho. Ella se ha sentado a mi lado. Me he quedado
muy quieto con mi cara rarita. Ha sonado
el timbre y Bea se ha levantado para
irse a su clase. Cuando estaba cerca de la puerta le he gritado: ¡me llamo
Germán! Y Bea ha girado la cabeza y ha sonreído. Como dice el abuelo, cuando
una puerta se cierra te caes por la
ventana.
9. La
amistad y los insectos
Ahora Bea es mi más mejor amiga. Y eso es gracias a que
tenemos un montón de cosas en común. Bea flipa con los insectos. Desde que ella me
habla de moscas, chinches, piojos y termitas, mi mundo se ha ampliado
considerablemente. Y les tengo menos asco. Ellos también tienen por dentro
anatomía. Bea dice que la media de vida
de una mosca son veinticuatro horas. Así que si un día te molesta una, mañana
lo hará otra. Un día le dije si no le daba asco que las mocas comiesen
caca. Ella me dijo: ¿qué crees que
llevan las hamburguesas? Bea igual que yo es una amante de las legumbres. Lleva
gafas porque tiene miopía en los dos ojos, pero gracias a ella puede ver mejor
que nadie una chinche de cerca. Bea no tiene abuelos. Que yo tenga uno le
parece súper guay.
10. Amor
y amor
Mamá amaba mucho a mi padre.
Por eso está triste desde él que no
está. Yo ahora tengo ocho años, así que mamá lleva cinco años tristes. El primer año de morir papá estuvo tan triste
que el abuelo tuvo que venir a vivir con nosotros. El abuelo me adora y cree
que soy un niño verdaderamente especial. Mi abuela, la mamá de mi mamá, se
murió hace veintiséis años. El abuelo también estuvo triste. Bea, que tiene una
intentiva parecida a la mía, le preguntó al abuelo cuántos años le duró la
tristeza. El abuelo dijo que hasta el día que nací yo. Así que Bea y yo hemos hecho cálculos y a mamá le quedan trece años
de tristeza. Cuando mamá esté contenta Bea y yo tendremos veintiún años. Yo estaré
estudiando medicina y Bea biología. Bea dice que sabremos tanto del cuerpo humano que
podremos regalarle un nieto.
11. El más destacado cumpleaños de mi vida
Hoy ha sido mi noveno
cumpleaños. Ha sido un día perfecto y felicísimo que ha rebasado mis expectativas.
Es sábado, así que mamá, el abuelo y yo hemos cocinado toda la mañana. Mamá ha hecho un pastel de
zanahoria sin lactosa, el abuelo garbanzos con espinacas y yo tres jarras de
zumo de pomelo. A las dos en punto ha llegado Bea con sus padres. Era la
primera vez que venían a nuestra casa y Bea estaba nerviosa y contenta. Bea es igual
a su mamá. El papá de Bea es muy grande a lo ancho y a lo largo. Me ha removido
el pelo varias veces. Se llama Rafael y es la alegría de la huerta. Cuenta cosas sorpresivísimas que te hacen reír a
carcajadas. Ha contado cómo conoció a su mujer como si fuera un chiste. Su
mujer reía, Bea reía, el abuelo reía, mamá reía y yo he tenido que ir al baño
para llorar de alegría. La mamá de Bea está enamoradísima del papá de Bea. Se
nota por cómo lo mira y le da comida de su plato. Mamá estaba tan fuera de lo
normal que ha puesto salsa y hemos bailado. Yo con ella como si fuera un
adulto. El abuelo se ha echado su siesta
que nunca perdona. A las cinco se han ido los papas de Bea abrazadísimos. Bea y yo hemos estado investigando
por internet sobre clases de mariposas hasta que a los ocho ha vuelto su madre
a recogerla. Hemos cenado sobras y mamá me ha arropado antes de dormir con una
sonrisa en la cara. Cuando me ha abrazado estaba súper consistente. Quizás Bea y
yo calculamos mal y la tristeza de mamá sea más corta que la del abuelo.
Nota importante: creo que el
alivio y la esperanza se parecen como las avispas y las abejas.
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