lunes, 18 de marzo de 2013

ONCE PUNTOS DE GERMÁN



1.  No hay que pensar mucho
Me llamo Germán y hoy he tenido mi primer día en un cole nuevo. Era la primera vez que veía una profe de francés. Hablaba raro. Pero y sin embargo bonito. Me he puesto a pensar en cómo sería por dentro.  Me refiero a por dentro anatómicamente. El abuelo  es médico  y tiene en casa libros anatómicos. Ahora miro a la gente y la veo por dentro. La profe,  que se llama Sabine,  ha pasado por delante de mi pupitre. Yo he alargado mi mano y la he tocado con el boli. Luego he apretado. Creo que era su muslo lo que quedaba a mi altura. Llevaba toda la clase pensando si sería blanda o dura. Pero no es ni dura ni blanda. Es como el cojín del sillón del abuelo. La profe se ha parado y me ha mirado sorprendida. Yo he puesto mi cara sonrisa y me he sentido diferente a los demás. Luego la profe ha seguido andando y hablando en francés muy bonito. Yo he guardado el boli y he recordado que debo dejar de pensar a tiempo para no hacer cosas raras.
Nota importante: aunque se escribe Sabine se dice Sabín, ¿vale?

2.    No hay que hablar demasiado
 Hoy en el patio jugaba con la arena. Odio la arena, pero la cogía y sonreía y reía y hacía ver que estaba muy divertido. Es una estrategia para hacer amigos. El recreo sólo dura treinta minutos, así que cuando quedaban diez he tenido que cambiar de plan. Ya no podía seguir fingiendo que la arena es guay. He observado a los otros niños y medido mis  posibilidades como me enseña el abuelo. He visto a un  niño que se comía un moco y me ha sonado la alarma. Esto significa que he visto una posibilidad. Soy tremendamente intentivo. Me he acercado a él, sonriendo para no espantarlo  con  mi cara rarita y le he dicho: cuando se me queda el moco pegado al dedo y no veo la manera de sacármelo de encima me lo como y asunto resuelto. Me ha mirado serio y se ha ido. Quizás he hablado mucho. Mañana traeré una pelota e intentaré hacer algún contacto con ella, pero sin palabras.
Nota importante: no soy feo. Mi cara rarita es porque paso mucho tiempo solo y se me olvida gesticular como los demás.

3.   Cuando mamá está triste yo no
He llegado a casa y el abuelo me había hecho mi comida favorita. Garbanzos. A muchos niños hay que obligarles  a comer garbanzos. A mí no. Es genial porque están ricos y son fuente de hierro y otras muchas cosas saludables. Tengo suerte de no ser adicto a las chuches que llevan mucho azúcar y petróleo. Cuando vamos al cine el abuelo me prepara un táper con garbanzos y yo me divierto mientras aumento mi salubridad. También me gustan los libros de anatomía y fisiología. Cuando leo me río y aprendo a partes iguales. El  abuelo ha aprobado mi plan de la pelota para el día siguiente. Mamá ha llegado a casa a las ocho. Se la veía cansada. Ha dicho qué  cansada estoy, así que mi observación ha sido acertadísima. He ido a abrazarla y estaba blandita. Blandita y triste. Soy tremendamente intentivo.  Esto ya lo había  dicho, ¿no? Me ha preguntado si había hecho algún amigo mi primer día de cole y yo he puesto mi cara  sonrisa y he afirmado  con mi cabeza. Entonces se ha puesto un poquito más consistente. Yo no he quitado mi cara sonrisa hasta que me he ido a mi cuarto. Antes de dormir he pensado que mañana en vez de pelota voy a llevar mi libro de anatomía. Así si hago un amigo no tendré que fingir que me divierten los deportes.

4.   Un buen plan siempre funciona
A la hora del recreo he cogido mi libro de anatomía y he salido al patio. Me he sentado en un bordillo y me he puesto a leer. Estaba tan concentrado que se me ha olvidado el objetivo: conseguir un amigo. Así que me he llamado la atención a mí mismo y he buscado un sitio estratégico para colocarme. He visto grupos de dos, de tres y de más niños por el patio. He elegido a un grupo de ocho para aumentar mis probabilidades de éxito. Me he acercado a ellos y me he sentado en el suelo. Al rato he escuchado un grito y luego piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. He abierto los ojos y he visto la cara del  abuelo. Ha venido a recogerme al cole porque  dicen que  me he quedado inconsistente de un balonazo. Al salir del cole un niño se ha acercado y me ha preguntado si me dolía. Yo he puesto mi cara sonrisa y le he dicho: me llamo Germán. Objetivo del día cumplido.

5.   Las fotos no son ni buenas ni malas
Llevo días planeando  un plan y hoy lo he llevado a cabo. He cogido la caja de lata que hay en el salón. Está llena de fotos. Son los testigos del paso del tiempo dice el abuelo. Y es verdad porque él sale en muchas y no parece él. Cuando yo tenga su edad no pareceré yo. Para mis nietos, para mí mismo sí, porque yo cierro los ojos y me siento. Aunque fuese un señor calvo sentiría  que soy yo. He elegido las fotos donde sale papá. He cogido una olla y con alcohol y una cerilla he hecho desaparecer a mi padre. Bueno él ya desapareció, porque murió cuando yo era muy pequeño, pero ahora no hay testigos de su existencia. El plan iba muy bien hasta que el abuelo ha olido el humo. Justo en ese momento mamá ha entrado en casa diciendo: ¡¿Qué humo?! Corriendo he echado agua dentro de la olla y entonces el humo era ya incontentable. Mamá y el abuelo han entrado en la cocina. Me he tenido que recordar que lo hacía para que mamá no estuviera más triste. El abuelo dice que lo que importa  es la  intención. Así que he puesto mi cara sonrisa y les he dicho: me ha nacido desde el corazón. Mamá se ha echado a llorar y ha subido a su cuarto. El abuelo me ha abrazado. Aunque me ha sentado bien le he dicho que abrace a mamá que lo necesita más que yo.

6.   Las frustraciones son muy importantes
Los fines de semana son alegres. Mamá no trabaja y vamos con el abuelo a un parque que hay tres calles más abajo. Es un parque muy bonito por el día y muy peligroso por la noche. Por eso vamos por el día. Yo llevo mis libros, el abuelo su radio y mamá su tristeza. Si hace  sol mamá cierra los ojos y ahí parece contenta. Yo le digo que es un bellezón y ella me abraza fuerte. Este sábado había otra familia a nuestro lado. Eran un padre, una madre, dos niños y un perro. El perro era muy  feo. Parecía que tenía un sartenazo en la cara.  Mientras leía como  los músculos del cuello y los  hombros no sólo soportan el peso de la cabeza, sino que además deben realizar una gran variedad de movimientos finos y precisos que nos permiten girar la cabeza en múltiples direcciones, asentir, negar, etc… las risas de los niños me han desconcentrado. Al mirarlos me ha saltado la alarma. Mamá necesita un perro. A  poder ser sin cara de sartenazo. Cuando hemos vuelto a casa he puesto la cara capricho y he dicho que sin un perro no podría seguir viviendo. Mamá ha suspirado y ha subido a su cuarto.  El abuelo me ha dicho que él quiso ser cantante. Que es una de las muchas frustraciones de su vida, y que por eso es muy hombre, o algo así. Yo no le he dicho que lo hacía por mamá, y que los perros sólo me interesan como objeto de estudio anatómico. Tampoco que es el no poder alegrar a mamá lo que me frustra. Si todo sigue así seré un gran hombre. Por la tarde me he centrado en los músculos de la espalda.

7.  ¿Qué hay cuando no hay recuerdos?
Yo tenía tres años cuando mi padre murió. Mamá me ha contado el día que papá me llevó al zoo. Me ha contado el día que derramó el puré sobre mi cabeza. El día que se durmió agarrado a los barrotes de mi cuna. Cuando me puso los zapatos al revés, me agarro en la escalera antes de que  cayera, le vomité en la corbata, me cambió de pañal y le meé la cara, dije papá por primera vez, me puse sus gafas y el rió, me llevó a mi habitación castigado por romper mi tren de juguete, me enseñó a patalear en la piscina,  puso salsa y bailó  conmigo encima, me gritó y yo le dije a mamá vas… Mamá es feliz dándome detalles. Yo asiento con mi cara  flashback. Pero y sin embargo no recuerdo nada. Pero eso pasó, pasó de verdad. Y por lo visto  yo estaba allí. Pero no lo recuerdo. Mamá me muestra fotos y yo estoy en ellas con mi padre. Él sonríe y yo  tengo cara despiste. ¿Será por eso que no me acuerdo de nada? Si hubiese sabido que mi padre iba a morir habría estado más atento.

8.   La vida es sorpresiva.
Pensé que había hecho un amigo. Pero y sin embargo ha sido  una amistad muy inconstante. Sólo ha durado tres días. Yo he puesto todo de mi parte, pero no teníamos nada en común. Lo mejor ha sido que cada uno siga su camino. Él jugando al fútbol con los otros niños y yo en el bordillo con mi libro de anatomía. Hoy, mientras leía sobre los huesos carpianos,  una niña me ha pedido un clínex. Yo siempre llevo clínex usados en mis bolsillos porque tengo tendencia a moquear. Eso es porque soy alérgico al polen, a los ácaros, a los gatos, a la penicilina y a la lactosa. Aunque si tomo lactosa no moqueo, sólo vomito. Le he dado mi clínex menos usado. Me ha dicho: me llamo Bea  y soy alérgica a la primavera. Yo la he tenido que corregir. Eres alérgica al polen de los pastos, árboles, yerbas y malezas  que se manifiesta durante la primavera, le he dicho.  Ella se ha sentado a mi lado. Me he quedado muy quieto con mi cara rarita.  Ha sonado el timbre y Bea  se ha levantado para irse a su clase. Cuando estaba cerca de la puerta le he gritado: ¡me llamo Germán! Y Bea ha girado la cabeza y ha sonreído. Como dice el abuelo, cuando una  puerta se cierra te caes por la ventana.

9.   La amistad y los insectos
Ahora Bea  es mi más mejor amiga. Y eso es gracias a que tenemos un montón de cosas en común. Bea  flipa con los insectos. Desde que ella me habla de moscas, chinches, piojos y termitas, mi mundo se ha ampliado considerablemente. Y les tengo menos asco. Ellos también tienen por dentro anatomía. Bea  dice que la media de vida de una mosca son veinticuatro horas. Así que si un día te molesta una, mañana lo hará otra. Un día le dije   si no le daba asco que las mocas comiesen caca. Ella me dijo: ¿qué crees  que llevan las hamburguesas? Bea igual que yo es una amante de las legumbres. Lleva gafas porque tiene miopía en los dos ojos, pero gracias a ella puede ver mejor que nadie una chinche de cerca. Bea no tiene abuelos. Que yo tenga uno le parece súper guay.

10. Amor y amor
Mamá amaba mucho a mi padre. Por eso está  triste desde él que no está. Yo ahora tengo ocho años, así que mamá lleva cinco años tristes.  El primer año de morir papá estuvo tan triste que el abuelo tuvo que venir a vivir con nosotros. El abuelo me adora y cree que soy un niño verdaderamente especial. Mi abuela, la mamá de mi mamá, se murió hace veintiséis años. El abuelo también estuvo triste. Bea, que tiene una intentiva parecida a la mía, le preguntó al abuelo cuántos años le duró la tristeza. El abuelo dijo que hasta el día que nací yo.  Así que Bea y yo hemos   hecho cálculos y a mamá le quedan trece años de tristeza. Cuando mamá esté contenta Bea y yo tendremos veintiún años. Yo estaré estudiando medicina y Bea biología. Bea  dice que sabremos tanto del cuerpo humano que podremos regalarle un nieto.

11. El más destacado cumpleaños de mi vida
Hoy ha sido mi noveno cumpleaños. Ha sido un día perfecto y felicísimo que ha rebasado mis expectativas. Es sábado, así que mamá, el abuelo y yo hemos cocinado toda  la mañana. Mamá ha hecho un pastel de zanahoria sin lactosa, el abuelo garbanzos con espinacas y yo tres jarras de zumo de pomelo. A las dos en punto ha llegado Bea con sus padres. Era la primera vez que venían a nuestra casa y Bea estaba nerviosa y contenta. Bea es igual a su mamá. El papá de Bea es muy grande a lo ancho y a lo largo. Me ha removido el pelo varias veces. Se llama Rafael y  es la alegría de la huerta. Cuenta  cosas sorpresivísimas que te hacen reír a carcajadas. Ha contado cómo conoció a su mujer como si fuera un chiste. Su mujer  reía, Bea  reía, el abuelo  reía, mamá reía y yo he tenido que ir al baño para llorar de alegría. La mamá de Bea está enamoradísima del papá de Bea. Se nota por cómo lo mira y le da comida de su plato. Mamá estaba tan fuera de lo normal que ha puesto salsa y hemos bailado. Yo con ella como si fuera un adulto. El abuelo se ha echado  su siesta que nunca perdona. A las cinco se han ido los papas de Bea  abrazadísimos. Bea y yo hemos estado investigando por internet sobre clases de mariposas hasta que a los ocho ha vuelto su madre a recogerla. Hemos cenado sobras y mamá me ha arropado antes de dormir con una sonrisa en la cara. Cuando me ha abrazado estaba súper consistente. Quizás Bea y yo calculamos mal y la tristeza de mamá sea más corta que la del abuelo.
Nota importante: creo que el alivio y la esperanza se parecen como las avispas y las abejas.



















                                                    








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