domingo, 28 de junio de 2015

NATALIA RECUERDA

A veces camina entre edificios que no le pertenecen, 
se sienta sobre escalones de cemento y mira el horizonte.
Natalia se aleja de su casa para llegar al límite, 
para mirar la arboleda que empieza donde su ciudad acaba.
Dicen que es mejor no salir y que hay peligro allí fuera, 
dicen que al caer el sol el bosque oscuro se traga lo que encuentra.
Pero cada día Natalia visita el final y apura pasitos, 
pasitos y pasitos que la llevan hacia fuera más allá del borde.
Nadie habla del bosque porque la ciudad es segura, 
seguridad que construyeron con esfuerzo y persistencia, 
seguridad que les protege del desorden y del salvaje vacío.
Natalia ama el cemento y adora a la gente que vive en la ciudad, 
se sabe afortunada y agradece cada día a su comunidad.
Conoce  las leyes, respeta las reglas, pero se muere de anhelo,
anhelo de saber qué misterios le aguardan allá fuera. 
Natalia sabe que si sale no podrá volver a entrar,
sabe que si elige el bosque estará sola y no habrá vuelva atrás.
Natalia lleva tiempo partida en dos mitades que se contradicen,
que la llevan de un extremo a otro y la dejan turulata.
Por eso hoy vacía su cuarto y prepara su maleta,
porque sabe que ir hacia delante es el único camino para ella.
Pasito a pasito Natalia entra en el  bosque oscuro y salvaje
y aunque el corazón se le parte al recordar a los suyos,
cuando sus pies, acostumbrados al cemento,  pisan la hierba
Natalia recuerda que es hija de la Tierra.




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