jueves, 23 de mayo de 2019

Mi madre y mi tía.

Ellas asoman en la memoria de los relatos que me contaba mi abuela.
Por eso si cierro los ojos puedo verlas de niñas.
Contentas haciendo su primera comunión, avergonzadas ante las visitas  o discutiendo en el patio a ver quien es la mejor jugadora de tenis.
                                           Una tan bonita y la otra tan simpática.
                                                                                        Una ojos azules, y la otra "la negrina".

Aparentemente tan diferentes.
Mi madre y mi tía.

A la mayor muchos hermanitos la preceden, pero ella, corazón valiente, ha logrado vivir.
                                                                                             Quizás por eso su  mochila es más pesada. 
La menor camina siempre  ligera, casi intentado pasar desapercibida...
                                                                    ... menos cuando sube al doblado a por su chupito de anís.

Lo que para una no tiene importancia, es necesario para la otra.
Lo que una ve y le duele, la otra lo huele de lejos.
Si les preguntas  por un mismo  suceso la una pondrá detalles que la otra olvidará.

Aparentemente tan diferentes...
Que si yo no me conformo, que si bueno está mujer.
Que si pon bonita la mesa, que si que más da.
Que si cómo no vas a viajar, que si que se me ha perdido a mi en ese lugar.
Que si échate rímel por Dios, que si la rayita y ya está.

Aparentemente tan diferentes...
                                                  ...pero sus rostros reflejan la misma bondad.
Si una está cansada, la otra: te vienes a mi casa y no se hable más.
Y si los maridos suben la voz y pelean al Conti las dos dirán: ¡Pero qué más da!

Aparentemente tan diferentes...
                                                   ...que sólo desde el corazón puedes ver que ambas son una.
Una.
Una sola mujer con  ganas de descubrir lo nuevo y saborear lo de siempre.
Una sola mujer llena de belleza y sencillez.
Una sola mujer que te agasaja y te  cuida.

Una sola.
Mi madre y mi tía.

Una sola niña que despierta cada día  y se promete a sí misma temer menos y confiar más.
Una sola niña que cierra los ojos y,  pueda dormir o  no, siente a Jesús caminado a su lado.
Una sola niña que busca en la Biblia la palabra de su Padre  para recordar cuánto lo ama.

Mi madre y mi tía.
Si volviera a nacer os elegiría de nuevo.
Gracias por tanto amor.



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