Resguardada tras un árbol podía ver la batalla. La luz del atardecer bañaba las sangrientas escenas mientras lloraba en silencio. ¿Qué sentido podía tener todo aquello? El miedo atenazaba mi cuello. Miedo a no poder reponerme nunca de tal visión. Nada volvería a ser igual después de observar tanto dolor y violencia. Cerré los ojos, pero no podía escapar de esas imágenes, los pensamientos volaban locos en mi cabeza. Quería huir de allí, huir del mundo, huir de mí.
Entendí que aquello era imposible y que si no intentaba enfrentar la situación allí mismo, se convertiría en un fantasma que me perseguiría toda la vida. Aquello sería aún peor. Por eso abrí más mi ojos y respiré fuerte, sacando ese puño de acero de mi cuello y bajándolo a mi vientre. Apoyé mi cuerpo en el árbol uniéndome a sus raíces y miré. Tuve el impulso de volver a cerrarlos, pero ya había tomado una decisión. Seguí mirando. Claramente mi bando era el de los vencedores y ver a los míos masacrar a los que una vez fueron hermanos me rompía por dentro. Culpa. Desesperanza. Pero seguí mirando. Nuestros supuestos enemigos seguían blandiendo sus espadas contra nosotros, lucharían hasta el final, no se rendirían nunca, no le temían a la muerte. Me di cuenta que no tenían miedo. Estaban a punto de morir y no tenían miedo. Podía ver en los ojos de muchos el brillo de creer luchar por la justicia. Vi a Roco, uno de sus jefes, luchando contra Ru y Mak, hermanos de mi bando. Ru y Mak, nunca estuvieron a gusto en tiempos de paz. Yo que tanto amé siempre la paz, ahora tuve la tentación de odiarlos, de culparlos de todo aquel caos. Pero aquello me envenenaría aún más, aislándome de los míos y confundiéndome. Por eso respiré y observé. Roco era fuerte, y a pesar de ser dos, Ru y Mak no podían ante semejante guerrero. En un momento la espada de Roco atravesó el estómago de Mak y éste cayó al suelo. La escena se congeló. Roco miró a Ru dispuesto a continuar luchando, pero Ru cayó de rodillas al lado de su hermano y sus manos intentaron taponar la herida. Lágrimas de angustia en los ojos de Ru. Los hermanos se miraban sin entender qué pasaba. ¿Cómo es posible que no supieran que esto podía acabar así? La ira llenó mi estómago, pero la agarré y la solté en las raíces del árbol que me sostenía. No quería más caos. Seguí mirándolos. Roco se había alejado de ellos, quizás ahora que Mak estaba solo no lo veía un contrincante a su altura.
En mitad de la batalla, Ru y Mak abrazados en el suelo. Ru gritando, "no te vayas", llorando desconsolado... Sus manos intentando taponar la herida mientras la sangre de Mak salía a borbotones. Mak comenzó a temblar y cogió las manos de su hermano. Quizás tranqulizándolo, haciéndole ver que iba a morir y que nada se podía hacer. Ru dejó de intentar retener la vida de su hermano y ambos se miraron. No sé cuanto tiempo antes de que los ojos de Ru se cerraran sin vida, pero la ternura fue infinita. La compasión brotó de mi pecho y algo en mi interior los abrazó a ambos. A pesar del caos, había visto su amor.
Gracias Ru y Mak, cuando la paz volviese y la desesperanza viniese a visitarme, siempre podría recordar que en la visión más dura de mi vida también hubo Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario