Bajo de esa cuesta empinada donde se piensan las cosas. Ese agujero allá arriba que ve el mundo al revés. A veces mi caminar se atasca en la garganta y he de toser la pena de todo un cielo gris, hasta que el azul del mar se abre y me lleva hasta la orilla del vientre. Ahí me respiro entera y hasta la cima del pico más alto es fagocitada ante la enorme inspiración. Aquí soy mi cuerpo y puedo sentir las raíces que llevan hacia el útero escondido. ¿Para qué?, me pregunto. ¿Para qué este camino de ida y de vuelta? Pero al cabo de los días la cueva nutre mis alas y recuerdo volar. Así que emprendo camino de nuevo, hacia afuera, a veces molesta, a veces contenta, pero siempre hacia adelante en este pendular que me lleva irremediablemente al profundo centro.
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