Hay un fuego que se cuece lento dentro las raíces de mi familia. Es un fuego que nos une a las mujeres de forma invisible, pero cierta. Es un fuego que no conoce metas; por eso no sé dónde acaban mis hermanas, mis tías, mis madres, mis abuelas...y es la Tierra misma donde se tejen las historias que nos dan nuestra existencia.
En esta familia nos persiguen los rostros de mujeres enfadadas, rabiosas, locas de impotencia... pero también los rostros de mujeres sumisas sufriendo en silencio, tolerando normas que las ahogan, sonriendo en un océano de dolor y soledad. Todas son espejos de algo que guardamos en nuestro interior, pero han jugado mucho tiempo al escondite entre ellas.
Hasta hoy.
Hoy se abrieron los velos y unimos este puzzle de historias para sentirlas a todas.
Dejamos de huir de los ecos de sus voces y sentimos el anhelo de amor escondido entre los visillos del dolor.
Gracias madres, tías y abuelas por aguantar carros y carretas.
Gracias madres, tías y abuelas por sostener vuestro fuego hasta volveros locas.
Gracias madres, tías y abuelas por sufrir en silencio, por gritar bien alto, por luchar, por perder, por maldecir, por sangrar, por sacrificar tanto y perdonar.
Sin cada una de vuestras huellas no existirían nuestros pasos buscando una y otra vez su propia senda. Encontrándole el sentido a cada tramo del camino. Uniendo los pasos de todas. Descubriendo que somos la misma, hijas de la Tierra.
Gracias mujer humana.
Gracias abuela. ¿Dónde se fue tu fuego? Mira mis ojos y siente la chispa de tantas mujeres que como tú quisieron bailar. Hoy vamos a celebrar que podemos porque ya es diferente. Ahora es diferente. Es el momento para pisar y taconear bien fuerte. Vamos a mirar a los ojos de todas. De las que nunca quisieron, de las que temieron hacerlo y de las que nunca lo intentaron; de las que se lo prohibieron, de las que se negaron, de las que lucharon, de las que enloquecieron. Porque hasta aquí llega este dolor. ADIÓS.
Adiós a ese dolor de fuego quemándonos por dentro, tiñendo nuestro suelo de rencor y rabia. Adiós a resignarnos a agachar nuestra cabeza para lamentar nuestra suerte y mecernos en la tristeza. Adiós a la ceguera de no ver que somos una sola.
¿Y el fuego de las que vendrán?
La puerta está abierta. Sacad vuestro fuego al mundo para bailar, para gozar, para nutrir, para crear, para abrazar, para curar... Para lo que queráis, mis reinas. No estáis solas. En cada esquina una hermana espera para haceros recordar. Y siempre las abuelas, ellas. Que no están, pero están. Sus pies siguen caminado la búsqueda de vuestra libertad, que es la suya, la mía... la de todas.
Sal a bailar, mi reina,
déjame ver tu chispa
danzando el mundo, niña morena.
danzando el mundo, niña morena.
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