No sé dónde leí que los indios de Norteamérica
habían perdonado al hombre blanco la
destrucción de su pueblo sólo por el regalo del caballo. Los indios reconocieron en el espíritu del caballo a un hermano. Fascinante. La
gente sueña que vuela, yo sueño que cabalgo.
Los caballos son fuerza, son belleza…libertad, ternura. Tienen una
mirada profunda y a la vez llena de
honestidad. Hay tanta nobleza en su manera de moverse… me gustaría poder volver
a conectarme con ellos…poder formar parte de su día a día…poder acariciar una
crin… sentir su respiración… fundirme como una india salvaje atravesando esta
llanurablanca. Si cierro los ojos puedo conseguirlo. Si los cierro aún más
puedo ser una yegua blanca. Pasto tranquila en la mitad de un bosque. Con mi
cola larga y enredada juego con dos mariposas. El sol se cuela entre el espeso
ramaje de las copas de los árboles. Huele a tierra mojada. El viento me
despeina la crin. Camino adentrándome en el bosque cada más tupido. Busco un
sitio seco y mullido donde tumbarme a descansar. Encuentro un sitio confiable y
me tumbo… El sol me despierta. Perezosamente me incorporo en mis cuatro patas y miro alrededor. Mi cuerpo
decide salir de este bosque. Llego a un valle enorme. Ummm comida. Mastico durante
una infinidad de instantes y empiezo a pasear. Estoy llena de energía, de fuerza,
empiezo a correr por este valle
infinito. Juego con el viento, con el cielo… me paro extenuada, mi corazón late
rápido. Este valle no termina nunca, pero si sigo corriendo tocaré el horizonte
y morderé el cielo. Persigo a una nube
despistada en esta clara mañana. Se oye un sonido apabullante…viene de lejos,
pero empieza acercarse. Me paro alerta y
tenso las orejas. Direcciono mi hocico hacia el sitio de donde viene el ruido.
Lo que veo me pone los pelos, desde la
cerviz a la grupa, de punta. Una manada de caballos corre hacia el valle. Es
como si una montaña entera se desplazara hacia mí. A través del polvo que
levantan distingo crines del color del sol. El corazón me late desbocado.
Espero paciente con los corvejones alerta. El ruido lo envuelve todo. Cada vez
están más cerca…espera, espera… tenso aún más mis patas traseras… ahora…salto
hacia delante y comienzo a correr como
loca, corro ciega y en un instante
desaparece el atronador ruido. Silencio. Sólo correr. Silencio. Una cúpula de
polvo nos rodea. Mi paso ya no es mío, es el de la manada. Ahora sí...ahora
morderé mi pedacito de cielo, pero no lo haré sola.
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