martes, 21 de julio de 2015

Historias

El ovillo que llevo  a la espalda es infinito. Sus hilos cuentan historias que se entrelazan entre sí  hasta confundirse unas con otras. Hay hilos claros y luminosos y otros oscuros y negros, pero todos cuentan historias. Historias de amor e historias de dolor. Historias de triunfos, de pérdidas, de rutinas, de alegría, de guerra, de éxtasis, de opresión, de libertad,  de tristeza...  Historias de mis abuelos, historias de mis padres, de mis hermanos y hermanas...Historias de películas que vi y retuve e historias de novelas que olvidé tras leerlas. Hay historias que se encuentran una y otra vez creando las mismas esquinas. Y otras historias que se mezclan con otras y unen sus hilos en nudos indescifrables. Hay hilos duros que al tocar con los dedos cortan y otros trasparentes que dejan ver detrás más hilos huecos y abiertos como la boca de un hipopótamo.  Si afino mi oído puedo escuchar los ecos en mi estómago: 

"no te vayas, ¿para qué luchamos?...
son mis hijos y   la tierra que pisamos es sagrada... hay que ver el hambre que pasó esa mujer... estoy sola en este paraje desierto y ¿tú me pides que aguante? ... te quiero pero he de irme, quizás no es ahora el maldito  momento...  y por eso me casé con tu abuelo... ¿ a qué hora llega la señora?... no los dejes marchar hasta que no hablen... niña ahueca el jergón para el conde y deja de cantar... ras ras mueve el rastrillo y no levantes la vista... quédate con tu madre, esa guerra no es tuya... tú no eres nadie si yo no lo digo... ¿ de dónde vienen los hombres que piden oro?...  cierra los ojos y escucha la montaña, así podrás superar el frío...  era tan pequeña que se coló en la botella y viajó en ella...  si el mar no se calma no llegaremos nunca... como ocurre todo mujer, con suerte y esfuerzo... ¿por qué calienta el sol si está tan lejos abuela? ... no me llores que me voy muy tranquila, ya terminé de sufrir hija... jamás volveré a confiar en ti, necesito que te vayas...llegaron los soldados y arrasaron el pueblo señor, no pudimos hacer nada... te odiaba pero con el tiempo me enamoré de ti...  me pesan estas paredes desde el día que te fuiste...hay que ver,  esa chiquilla pasa y te alegra el día... le cogí la mano mientras moría, fue algo hermoso..."

Palabras,  risas,  miradas, besos y caricias, golpes y venganza, orgullo y corazón. Cada día que vivo y lleno mi ovillo de historias nuevas, siento que todas ellas son una sola. Una historia que insiste como un disco rallado a la espera de que lo mire. Por eso, aunque amo las historias, no puedo dejar de preguntarme una y otra vez por qué se repiten y qué secreto comparten  todas. Qué milagro les da vida, qué sustancia las une y separa en esa danza de la realidad que nos atrapa. Tal vez si me alejo lo suficiente de mi ovillo pueda ver dónde empiezan y dónde acaban. O quizás si me detengo pueda sentir en mi estómago un eco profundo y misterioso que rasgue el silencio diciendo: recuerda quién eres. 

Mirada

Clara coge su madeja y la  enreda frenética. Al cabo de un tiempo para agotada, mira al frente, pero no ve nada, tan sólo la madeja enredada. Asustada intenta desenredarla desesperadamente. Más fuerte, más fuerte, más intensamente para dejar huecos entre la lana que le permitan entrever el horizonte. Sufre mucho, pero también se siente entetenida, tanto que olvida que ha sido ella la que enredó su madeja. Los mejores días consigue abrir huecos tan anchos que sólo ve el horizonte. Un horizonte naranja donde el sol juega entre las nubes. Clara hace fuerza para mantener el hueco abierto, pero llega un momento en que se engancha de nuevo con la lana, y aunque lo que quiere es separarla, termina enredándose en ella, anudándola  de tal manera que tapa su visión. Hay días  que odia la madeja, días que se odia a sí misma por su torpeza y días que agotada cierra los ojos y se hace un ovillo.  Pero también hay días, los mejores, en que mira su madeja y una risa tonta le atraviesa la garganta. Entonces la lana se hace transparente y deja al descubierto la bóveda celeste.