domingo, 31 de diciembre de 2023

AMIRA y la magia

Cajitas de cartón. Lanas. Telas. Cuerdas. Amira se levanta cada mañana y teje los pequeños souvernis que venderá a la tarde en las calles. Los extranjeros traen dinero y siempre se llevan sus artesanías. Amira sabe poner ojitos de cordero para convencerlos. Sólo tiene siete años, pero se cuida a sí misma mejor que nadie. Cuando se hace de noche Amira compra una pita caliente y se va a su cueva a comérsela tranquila. Es un hueco dentro de un edificio derruido, pero nadie la molesta. Le gusta estar sola. La ciudad está llena de ONGs, pero Amira las odia. No quiere que sepan de ella. Cuando siente que se acercan demasiado Amira cambia de barrio. Mubai es enorme. Nunca la van a encontrar.

Extrañamente, hace dos días apareció una chica cerca de su edificio. Amira la observa porque le resulta familiar. Sin saber porqué, le ha enseñado donde vive y las cosas que hace. La chica ha empezado a ayudarla. Amira no le ha preguntado su nombre y la chica no se lo ha dicho. A Amira le gusta que sea una chica y punto. No quiere saber más.

Ahora la chica va cada día a verla un rato. Le trae telitas, chapas, cosas que recoge de otras calles. Precisamente de las que más necesita Amira y además sabe cómo se hacen sus souvernis. A veces incluso la ayuda. Es fácil estar con ella. No le hace preguntas incómodas. A Amira le gusta esa chica.

Ya hace más de un mes que la chica viene a verla. Es raro, pero desde que apareció esta chica sonriente Amira vende mucho más. A veces saca para comer hasta dos veces al día. La chica nunca está demasiado tiempo, cuando Amira empieza a querer estar sola, parece sentirlo y se marcha. Al día siguiente vuelve como si nada. No hace preguntas. Los de las ONGs siempre hablan de una vida en otro sitio, de casas, familias... cosas que a Amira no le gustan. Su vida es así y ya está. Pero esta chica no se mete donde no la llaman. Mejor. Se siente bien con ella. 

Antes de que salga el sol Amira ya está haciendo sus artesanías. Hoy la chica llega al amanecer, nunca llega tan temprano.  Trae una bolsa con lana, palitos y pita para desayunar. A Amira no le gusta que la molesten a esa hora, pero por un momento deja sus souvernis y acepta  la pita. 
Sentadas la una en frente de la otra, la chica le pregunta:

- Amira, ¿porqué no quieres que nadie te ayude?

- Porque no. 

- ¿Por qué? Sólo eres una niña de seis años.

- Siete.

- Es verdad, siete.

- No necesito nada.

- ¿Dónde están tus papás,  Amira?

Amira se enfada, pero en vez de echar a la chica de su cueva le dice:

- Estoy sola.

- De acuerdo Amira. ¿Y por qué no quieres que te ayuden?

- No lo merezco.

Silencio. Las dos se miran. La niña desvía la mirada y se concentra en su pita.

- ¿Qué crees que has hecho para no merecer ayuda?

Una palabra profunda y llena de obviedad desgarra la garganta de Amira. Como si fuese algo tan evidente que la sorprende decirlo en voz alta.

- Existir.

La chica la mira sin entender.

- Para poder nacer  maté a mi mamá y mi papá se fue por eso.

La chica la mira intensamente. Maldita sea, piensa Amira, ha roto su pacto de silencio. Por eso prefiere estar sola. Arrepentida de haber hablado mira a la chica con dureza. Sin embargo, la chica sigue allí, mirándola  con su rostro tan familiar  lleno de simpatía. No le dice nada y Amira se acaba  su pita. Al rato Amira vuelve a sus regalos y la chica se levanta y se marcha mientras ,como siempre, dice adiós con su sonrisa.

Lejos de allí, en una pequeña consulta, dos mujeres rescatan el dolor de Amira y lo abrazan en un instante infinito. Su deseo de amar a Amira las une y de esta unión nacen chispas de luz dorada. En medio de su abrazo, mientras se deshacen hilos de existencias,  una de esas chispas, encerrada en una bolita de cristal,  viaja lejos de allí, hasta aparecer en las manos de una chica sonriente. 

Pasan los días y Amira se siente distinta. Tranquila. La chica viene cada día a verla, pero no ha vuelto a hacerle preguntas y Amira finge haber olvidado aquella conversación. 

Hoy es Navidad y la chica sonriente  ha llegado ya de noche con algo entre las manos. A Amira nunca le han regalado nada, así que mira a la chica desconfiada. 

- No sé qué traes ahí, pero yo no necesito nada. 

- Ya lo sé Amira, pero quiero darte esta bolita. Dentro tiene una chispa de luz. 

A Amira se le iluminan los ojos. ¡Brilla! 

La chica se la da y Amira la coge con curiosidad. 

- ¿Es mágica?

- Claro. Ahora me voy Amira, nos vemos mañana. Te traeré telitas para tus regalos.

Amira ve marchar a la chica. Al verla irse de espaldas se da cuenta que lleva la misma trenza que ella.

Amira pone sus cartones en el agujero que le hace de ventana y se tumba encima de periódicos como cada noche. De pronto  se da cuenta de que la bolita brilla en la oscuridad de su cueva. Amira la mira hipnotizada. ¡Es mágica, pero mágica de verdad!  La bolita desprende calor y Amira se la coloca en el pecho.  Al rato un pensamiento extraño cruza su cabeza: 

- Si la magia existe todo es posible. Si todo es posible... quizás mi mamá...  no está enfada conmigo. 

En el espacio invisible de la cueva, el alma de la mamá de Amira, que la cuida como un ángel desde el día en que nació, sonríe:

- Hijita mía, jamás podría enfadarme contigo. 







SAGRADA FAMILIA

- Amor, ahora sé que soy un hombre entre mujeres. Este instante me recuerda que estoy aquí por ellas. Por Ella. Guardián de la Tierra.
 
- Amor, soy tu mujer, descansa en mi vientre, llora en mi pelo y bebe de mi piel. En tus ojos renazco, tus manos me contienen y tu aliento inflama mi ser. El pulso de esta luz que tu corazón sembró en el mío... aquí llega el fruto que nace de este amor. Prepárate para que nos arrase con su mirada llena de inocencia.

-Papá, mamá, amores de mi vida. Vengo a deciros que soy una niña salvaje entre los hombres, pero dócil ante Dios.

                   A lo lejos, la montaña, en un instante infinito del tiempo, sonríe ante el Reencuentro.